El gran equipo que dirige el alemán Jürgen Klopp dio una función de gala. Liverpool hizo prácticamente todo bien y derrotó por 2 a 0 al Villarreal en Anfield Road por la ida de la segunda semifinal de la Champions League. Pervis Estupiñán en contra y Sadio Mané convirtieron los tantos para el conjunto inglés que mereció fue arrollador y mereció más.

No hubo ningún tipo de equivalencia en ningún momento. De entrada, el local se mostró dominante y avasallante en propuesta y ritmo de juego. El desgaste físico que hace es casi incomparable con ningún otro club del mundo: ataca de manera directa y vertical durante 90 minutos y en el fondo defiende mano a mano.

El Submarino Amarillo se dedicó a defender muy lejos del arco rival. Jugó prácticamente todo el partido en 20 metros, contra su propia área y no pudo hacer nada de lo que mostró frente a la Juventus ni en la ida con el Bayern Munich. Todo fue como en la vuelta contra el equipo alemán: resistencia absoluta, pero en este caso, con evidentes imposibilidades de frenar el ímpetu rival.

En la primera mitad el equipo inglés no pudo entrar. Tuvo mucho la pelota, forzó permanentemente pero no pudo poner a sus delanteros en el área con pelota dominada. De todas formas ante esa dificultad no mostró impaciencia sino insistencia y recursos como remates de afuera y gambeta para romper el cerrojo.

Luis Díaz, de muy buen partido, enloqueció a Juan Foyth con gambeta y arranques veloces y también generó chances con tiros lejanos. Aunque la más clara en ese sentido fue un disparo genial de Thiago Alcántara que pegó casi en el ángulo derecho del arco que defendió Gerónimo Rulli.

En la segunda mitad, la fuerza del local que no cesó un segundo de atacar se hizo irresistible. Los desbordes fueron cada vez más constantes y la presencia de Trent Alexander-Arnold y Andrew Robertson instalados en zona ofensiva, no necesariamente por los costados, se hizo insoportable.

De tanto generar, finalmente a los 8 del segundo tiempo llegó el primero. El ataque del equipo inglés comenzó en la izquierda y terminó en la derecha. Jordan Henderson tocó con Alexander-Arnold y pasó por afuera. El lateral se la devolvió al capitán que tiró el centro, la pelota se desvió en Estupiñán y Rulli que ya había empezado a salir no alcanzó a afirmarse para volver y sacarla.

Ese gol generó el efecto anímico previsible y menos de dos minutos después, cayó el segundo. El equipo de Klopp empezó a triangular hasta que Mohamed Salah le dio aceleración a la jugada. Con un pase divino, justo entre las piernas de Pau Torres, habilitó a Mané que alcanzó a puntearla antes de que Rulli le achique y marcó el segundo.

Durante el resto del encuentro, el Liverpool hizo mérito suficiente para conseguir algún gol más. El Villarreal no salió de su área hasta los últimos cinco minutos, donde consiguió llegar al campo rival por primera vez en el partido, aunque no con suficiente peligro.

Queda un partido y todo puede suceder, pero da la sensación de que la historia tendría que cambiar demasiado para que se le escape al equipo de rojo. Por su nivel en este partido pero también por lo mostrado a lo largo del año en la Champions y en la Premier League, el conjunto de Anfield merece jugar la final.