Era una fija. Verstappen venía desde hacía años toreándolo a Hamilton en los mano a mano. Ham hasta hace poco lo dejaba ser porque no peleaban el campeonato: cada vez que Max creaba una situación potencialmente catastrófica, Ham levantaba, evitaba el choque. Hasta que un día no le quedó otra opción, de local (donde jamás ha bajado del segundo puesto) que jugárselo todo a una carta cada vez. Y la catástrofe ocurrió; el resultado: un impacto de 51G (51 veces la fuerza de la gravedad en la Tierra).