El ciclo de Marcelo Gallardo en River fue, indiscutiblemente, de los más trascendentes de la historia de nuestro fútbol. Por títulos, por logros simbólicos, por duración y por capacidad de adaptación. Ocho años y medio en los que, en su enorme mayoría, miró a todo el continente desde arriba.

Los números son impactantes pero reflejan tan sólo una porción de lo que consiguió. En River dirigió 422 partidos y en tal cantidad cosechó más del 62% de los puntos. En cuanto a trofeos, ganó tres veces la Copa Argentina, dos la Supercopa Argentina, se alzó con una liga local y un Trofeo de Campeones. 

En el plano internacional obtuvo una Copa Sudamericana, tres Recopas Sudamericanas, dos Copas Libertadores y una Suruga Bank. En ese marco, el logro más destacado fue el de la Libertadores 2018, en la que eliminó a Racing, a Independiente, a Gremio, que era el campeón vigente, y a Boca con la histórica final de vuelta jugada en el Santiago Bernabéu.

Las cinco eliminaciones directas ante su clásico rival marcaron historia para el fútbol mundial. Primero se impuso en la semifinal de la Copa Sudamericana 2014. Al año siguiente sacó al Xeneize de la Copa Libertadores 2015, con el famoso episodio del gas pimienta de por medio. En 2018 le ganó la Supercopa Argentina en Mendoza y a fin de año en la final de la Libertadores. Al año siguiente volvió a eliminarlo en la semifinales de la Libertadores, en una de las series más desparejas.

Más allá de los hechos concretos y de lo logros obtenidos, desde el 2014 y al menos hasta el 2020, el River de Gallardo fue, sin dudas, el mejor equipo de América. Tuvo mejores y peores resultados, pero la sensación siempre era la misma si ganaba o si perdía: el Millonario era superior al resto. Eso le generó la admiración absoluta de sus colegas, la demostrada por Abel Ferreira, quien lo derrotó con Palmeiras en las semifinales del 2020.

En ese lapso debió adaptarse a los cambios bruscos de plantel, propios del fútbol argentino de estos tiempos. Es cierto, en la comparación con otros equipos, en muchos mercados de pases gastó más y en otros menos, pero siempre bastante. Pero para evaluarlo respecto de otros ciclos exitosos de entrenadores argentinos, superó la enorme desventaja de la realidad futbolera mundial y de los vaivenes económicos del país.

Gallardo es sinónimo de felicidad para el hincha de River. Lo llevó a revertir rachas históricas, a cambiar la mentalidad, a enfrentar duelos soñados, como ante el Barcelona. Colmó las vitrinas de copas y objetivos que parecían imposibles.

La mayoría de los jóvenes fanáticos del fútbol en nuestro país corren con la enorme desventaja del anhelo inalcanzable que significan las grandilocuentes anécdotas de padres y abuelos, que no sólo provienen de tiempos generalmente más prósperos en todo sentido, sino que hasta cargan con el habitual sabor de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Sin embargo, todos los contemporáneos que hayan disfrutado de la dorada era del “Muñeco” tendrá el privilegio de afirmar que vieron parte de lo mejor de nuestro fútbol.