Eduardo Domínguez dejó de ser el director técnico de Independiente. El ex entrenador de Colón llegó este martes a la mañana al entrenamiento en el predio de Villa Domínico y le comunicó a los jugadores y a Daniel Montenegro que no continuará en su cargo. No se lo dijo a ningún dirigente, porque no asistieron a la práctica.

En un contexto absolutamente imposible, Domínguez tuvo múltiples errores. Sus planteos iniciales fueron casi todos malos, al punto que debió corregir la gran mayoría en los entretiempos de los partidos o antes, y el equipo jamás consiguió jugar bien dos partidos seguidos.

También está en duda la continuidad de Montenegro como asesor deportivo. La tarea del ex enganche también parece difícil de juzgar en un contexto en el que cada vez que cerraba un refuerzo, el mismo se caía por la inoperancia o haraganería de los directivos, que los hacían esperar días o hasta semanas para asistir a firmar el contrato o que no proveían el dinero necesario luego de prometerlo en reiteradas ocasiones, como en el emblemático caso de Rodrigo Aliendro.

Quizás, las críticas que le quepan sean haber escuchado demasiado al entrenador en cuanto a los puestos que le hacían falta al equipo y no haber buceado más en el ascenso o mercados más accesibles para una institución que no está para pelear por estrellas.

El club acéfalo, que cada tanto y de mala gana, gestionan Hugo Moyano y Héctor Maldonado vuelve a caer en lo peor de un círculo vicioso. El pobre plantel que armaron, la insoportable situación institucional y desastre económico repercute en un clima insostenible. Como si todo esto fuera poco, con el mandato vencido siete meses, elegirán al próximo entrenador. Quizás ya sea muy tarde para que alguna vez se pueda revertir todo el día que esta comisión directiva le hizo al Rojo.