Racing Club de Avellaneda le ganó de local, por 1 a 0 a su clásico rival con gol de Garbiel Hauche, antes de los 10 minutos del primer tiempo. 

En esa primera mitad, Independiente fue directamente un papelón. Inconexo, perdido en el campo, sin sistema de juego, sin desequilibrio de ningún tipo. Racing por su parte, fue inteligente, ordenado, tuvo un Hauche inspirado, como siempre en el clásico, que encima convirtió el primero, de chilena, antes de los 10 minutos.

El desconcierto del Rojo no mermó después del gol y la Academia, de contra, lo volvió loco, hasta que una indiscutible falta dentro del área generó un penal que Enzo Copetti ejecutó con violencia, directo al palo y la diferencia siguió siendo la mínima.

Tal era el desastre del visitante que su entrenador Eduardo Domínguez, hizo un cambio acertado a los 30 minutos. Sacó al desastrozo Damián Batallini que no hacía más que pegarle a los rivales, para hacer ingresar a un Leandro Fernández que había, en los partidos anteriores, dado sobradas muestras de que debe ser titular. Es inexplicable como Domínguez debe corregir durante los partidos, sus permanentes errores en la formación inicial.

Así se fueron al descanso, en el que el entrenador del Rojo hizo otro cambio: entró Tomás Pozzo, que le dio jovialidad, gambeta y peligro al ataque de Independiente. Otro que no estuvo desde cuando debía estar.

Racing no hizo mucho, se dedicó a ser ordenado, dejar fluir la incapacidad de su rival y esperar que el tiempo transcurra. Solo alguna contra aislada que no exigió al arquero Sebastián Sosa, y se llevó otro clásico más, con absoluta justicia, frente a su gente.

Independiente tiene gravísimos problemas dirigenciales y un plantel de una pobreza asombrosa para la primera división. Pero el técnico no emboca una y el rumor que indicaba que de perder este partido, abandonaría el cargo, tiene fundamento en los resultados obtenidos.