Se puede certificar en www.continental.com.ar. El 26 de agosto del 2011, a esta misma hora y en esta misma radio dije lo siguiente:
Juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y separar claramente la información dura y pura de la opinión. En cinco departamentos del doctor Eugenio Raúl Zaffaroni se ejercía la prostitución. Su apoderado, Ricardo Serafín Montivero, quien también comparte domicilio fiscal con el miembro de la Corte, los había alquilado a través de una inmobiliaria que no tenía sus papeles legales en regla y que había sido advertida por la cámara que las agrupa.
 
Marcia González, una mujer que está siendo investigada por la Justicia acusada de proxeneta alquiló esos departamentos diciendo que eran para vivienda personal. En tres casos lo hizo como inquilina y en los dos restantes como garante. Dos de esos lugares fueron allanados por la Gendarmería un mes antes de que esta situación fuera informada por el periodismo. Allí se comprobó que se ejercía la prostitución y que había una regenta que recaudaba lo producido diariamente. La justicia clausuró esas dos propiedades de Zaffaroni y se llevó las llaves que hoy son parte del expediente judicial. Una estrella del cine porno local contó que pagaba 6.000 pesos mensuales de alquiler y los contratos fueron firmados por unos 1.500 pesos de promedio.

Marcia González se reunió con Ricardo Montivero y dueño de la inmobiliaria, Juan Calvo, y planificaron el desalojo de esos departamentos.
Hasta ahí los hechos que no son flexibles. Tienen cero subjetividad. Ni el propio Zaffaroni desmintió alguna de estas informaciones que acabo de repasar.

Ahora vienen algunas reflexiones al respecto: No hay un solo país del mundo en donde esto no sea una noticia. Cualquier diario, desde los más sensacionalistas a los más formales hubiera publicado esta información si los departamentos pertenecían a un juez, un diputado o un periodista o cualquier persona pública. Mucho mas tratándose de uno de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia que, según un consenso importante es uno de los de mayor prestigio académico e intelectual dentro de un cuerpo colegiado valorado como un activo democrático, académico y ético de este tiempo y uno de los principales logros del gobierno de Néstor Kirchner.

No hubo un solo periodista que acusara de algún delito a Zaffaroni y la inmensa mayoría fue muy respetuosa en el tratamiento informativo.
El doctor Zaffaroni hubiera podido cerrar rápidamente esa pequeña herida que se abrió en su imagen impoluta emitiendo un simple comunicado donde dijera mas o menos lo siguiente: “Me siento absolutamente engañado y defraudado en mi buena fe. Voy a tomar las medidas correspondientes y pedirle explicaciones a mi apoderado y suspenderlo en sus funciones hasta que me aclare porque apeló a una inmobiliaria que no tenía los papeles en regla que además alquiló los departamentos para que se ejerciera la prostitución. Voy a accionar legalmente contra la inmobiliaria y me voy a poner al servicio de la justicia para lo que necesite con el fin de ubicar a Marcia González y pedirle todas las explicaciones del caso. Agradezco al periodismo que permitió que yo me enterara de esta situación escandalosa que yo ignoraba absolutamente.

Y creo que una persona que tiene las responsabilidades que yo tengo debería tener el máximo de los cuidados en la administración de sus bienes, cosa que voy a hacer de ahora en mas.” Con estas 141 palabras, Zaffaroni cicatrizaba esa pequeña lastimadura y a otra cosa. Se terminaba la historia. El único problema es que no dijo nada de eso.

Entre otras cosas dijo que había sido víctima de una “lapidación mediática” por un “problema de consorcio” y agradeció la ovación de apoyo que le brindaron en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la UBA por sus extraordinarias capacidades como jurista algo que nadie, absolutamente nadie, cuestionó. Solo se trataba de dar todas las explicaciones como corresponde a una sociedad donde todos somos iguales ante la ley. También cosechó el respaldo de funcionarios y periodistas que privilegiaron sus simpatías ideológicas por encima de los hechos y acusaron a Héctor Magnetto y los medios hegemónicos de atacar a Zaffaroni.

Nada de eso fue cierto. Yo diría que todo lo contrario. Tanto el diario Clarín como La Nación fueron especialmente escuetos con la información y la editaron de manera poco relevante y tardía. Solo los medios de Editorial Perfil y otros periodistas independientes siguieron el tema con el interés que una noticia semejante despierta. Ni el propio Zaffaroni acusó a Clarín y dio tres entrevistas a periodistas que trabajan en ese grupo.

Zaffaroni es conocido por sus distracciones y por estar lejos del mundo material del dinero y los alquileres. Una especie de genio que solo se concentra para producir libros y teorías valoradas en todo el mundo. No creo que merezca ninguna sanción por sus olvidos. Sí creo que la actitud que tomó una vez conocida la información es más preocupante que los hechos mismos. Colocarse en el lugar de víctima de los medios no lo ayudó a mostrarse preciso ni responsable.

Oscureció toda la situación con su falta de claridad. Por eso la pequeña herida que se abrió todavía sangra. No va a cicatrizar con el silencio acerca de como ocurrieron los hechos. Asi Zaffaroni no zafa.

Hasta ahí lo dicho en agosto del 2011.

Ahora finalizo con una noticia de estas últimas horas que los medios no industrializaron demasiado: “ Ricardo Montivero reconoció su responsabilidad como administrador de unos inmuebles en donde se ejercía la explotación sexual y pagó una multa de 12.500 pesos ante la justicia. Montivero era investigado por la fiscalía a cargo de Edgardo Orfila por violación a la ley de profilaxis, la 12.331 en cuyo artículo 17 preve que los que “sostengan, administren o regenteen, ostensible o encubiertamente casas de tolerancia, serán castigados con una multa de doce mil quinientos pesos como mínimo y ciento veinticinco mil pesos como máximo”.

Montivero se presentó ante el juez en lo correccional Carlos Bruniard y pagó la multa, extinguiendo así la acción penal.

Conclusión: a confesión de partes, relevo de pruebas. Zaffaroni no zafó.