Una deuda pendiente. Que lleva tres décadas sin ser saldada. El caso Santiago Leguizamón, periodista paraguayo asesinado el 26 de abril de 1991 en la frontera entre su país y Brasil, ha sido remitido de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Una instancia más, quizá la última de un extenso proceso iniciado por la unidad de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) encargada de luchar contra la impunidad. Mérito de la constancia de su director ejecutivo, Ricardo Trotti, también director del Proyecto contra la Impunidad.

¿Qué es la Corte IDH? Se trata de una institución autónoma, como la Corte Europea de Derechos Humanos y la Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, que, al amparo de la Convención Americana o Pacto de San José de Costa Rica, resuelve casos contenciosos, supervisa sentencias y dicta medidas provisionales. En 2018, recuerda el presidente de la SIPJorge Canahuati, “declaró responsable internacionalmente al Estado de Colombia por la muerte del periodista Nelson Carvajal Carvajal«. Bien podría ser el desenlace del caso Leguizamón.

La SIP presentó el 19 de enero de 2007 la denuncia formal sobre el caso Leguizamón ante la CIDH, de la Organización de los Estados Americanos (OEA), como “resultado de una investigación del periodista argentino Jorge Elías, de la Unidad de Respuesta Rápida”.

La familia Leguizamón decidió asumir el caso en forma directa en 2016. 

“La CIDH sometió el 13 de febrero de 2021 ante la Corte IDH el caso Santiago Leguizamón Zaván y familia, tras concluir que el Estado de Paraguay es responsable internacionalmente por no actuar de conformidad con su deber de prevención y protección, y no garantizó su derecho a la libertad de expresión”, revela la SIP. Y agrega: “Concluyó además que la investigación y el proceso penal no cumplieron con los estándares de debida diligencia ni con el plazo razonable, entre otros aspectos”.

¿Qué ocurrió el 26 de abril de 1991, Día del Periodista Paraguayo?

Un mes antes del brutal asesinato de Santiago Leguizamón en la frontera seca entre Paraguay y Brasil, el diario Noticias, de Asunción, había publicado artículos de enviados especiales a Pedro Juan Caballero, cabecera del departamento de Amambay, sobre el tráfico de drogas, el lavado de dinero, el contrabando de soja, el robo de vehículos y la corrupción en general. Dejaban entrever una presunta complicidad entre los capos del crimen y el gobierno de Andrés Rodríguez.

De Noticias era corresponsal Leguizamón. Esos artículos, reunidos en una serie titulada “El hampa en Pedro Juan”, llevaban las firmas de José Gregor y José Pastor Benítez. En ellos, aparecidos entre el 23 y el 26 de marzo de 1991, la responsabilidad de los negocios turbios recaía, en especial, en el clan Yamil, dominado por Fahd Yamil, alias “El Turco”, de origen brasileño y frondoso prontuario, respaldado por su hermano, Farid, y por paraguayos que eran “influyentes amigos de los actuales gobernantes”.

Las revelaciones provocaron estupor. Yamil mantuvo una reunión con el director de NoticiasEduardo Nicolás Bó, en Asunción. La serie de artículos se interrumpió en forma abrupta el 27 de marzo de 1991. Leguizamón, amenazado de muerte desde hacía tiempo, exclamó después de enterarse: “¡Me van a matar al pedo!”. Temía lo peor. E intuía que se había quedado solo.

Uno de los hijos de Fahd Yamil era ahijado del presidente Rodríguez, militar que, tras el Golpe de la Candelaria, encabezado por su par Lino Oviedo en 1989, había sucedido a otro militar, Alfredo Stroessner, dictador vitalicio desde 1954.

La mujer de Leguizamón, Ana María Morra, radicada con sus hijos en Asunción por aversión a la inseguridad en Pedro Juan Caballero, sabía que su marido tenía una foto comprometedora. Tan comprometedora que la Embajada de Estados Unidos estaba interesada en obtenerla. Posaban en ella, al parecer, el jefe del Cartel de MedellínPablo Escobar Gaviria, con Yamil y Rodríguez, presidente de la República hasta 1993.

Nada se habló de la foto durante el proceso judicial, signado por la lentitud, las irregularidades y la ineficacia. “Santiago iba a revelarla a la vuelta de un viaje a Europa, al igual que unos documentos también comprometedores –me dijo Morra, en un bar de Asunción, cinco meses después de que se cumplieran 15 años del asesinato a sangre fría, impune como el primer día–. Cuando llegué a Pedro Juan, tras su muerte, no encontré la foto ni los documentos. La casa no era un lugar seguro”.

“Hay dos clases de muerte: una es la muerte material y la otra es la muerte cuando uno abandonó la ética y la voluntad de trabajo”

La casa era un anexo de ZP 31 Radio Mburucuyá, creada y dirigida por Leguizamón, en el barrio María Victoria, de Pedro Juan Caballero. En ella, Leguizamón vivía y conducía Puertas Abiertas, el programa matutino.

“No era más que una pequeña casa de tablas construida en medio de un enorme terreno baldío, casi en las afueras de la ciudad, a unos setecientos metros de la terra de ningueim (tierra de nadie), como llaman los lugareños a ese mundo entre dos países que es la frontera seca paraguayo-brasileña”, describe Andrés Colmán Gutiérrez, periodista del diario Última Hora, de Asunción, en su trabajo El micrófono es mucho más que un trozo de metal.

Esa frase era de Leguizamón, como otra que había dicho a su colega Humberto Rubín, de Radio Ñanduty, de Asunción, en un diálogo transmitido en vivo y en directo el día de su muerte: “Hay dos clases de muerte: una es la muerte material y la otra es la muerte cuando uno abandonó la ética y la voluntad de trabajo”. De ella, cual síntesis de su sacrificio, quedó un mensaje: «Prefiero la muerte física a la muerte ética».

Era el reflejo de una voz filosa y una pluma inoportuna. Una voz y una pluma que, con la impronta del rigor como lema, no vacilaban en señalar aquello que iba contra la ley o contra sus principios. Advertía que su proceder tenía un costo, sin embargo: vivir bajo amenaza. Advertía, en realidad, que no podía ejercer el periodismo de otro modo.

El presidente Rodríguez, censurado por el gobierno de Estados Unidos por supuestos vínculos con el tráfico de drogas y por las sospechas que provocaba el origen de una inmensa fortuna que incluía casas de cambio de moneda extranjera e importantes propiedades, murió en 1997 en Nueva York como consecuencia de un cáncer de colon. “No descansaremos hasta atrapar a los asesinos”, había dicho después del crimen. Ni él ni sus sucesores, Juan Carlos WasmosyRaúl Cubas GrauLuis González Macchi y Nicanor Duarte Frutos, demostraron interés en resolver el primer homicidio de un periodista en la historia contemporánea de Paraguay.

Rodríguez había estado el 14 de febrero de 1991 en Pedro Juan Caballero con motivo de la inauguración del Hotel Casino Amambay. “Era de Yamil, pero había sido puesto a nombre de un primo de Rodríguez”, según Morra. Organizaciones de campesinos sin tierra, cuya causa abrazó Leguizamón en su programa de radio y en sus despachos como corresponsal, realizaron una manifestación en demanda de soluciones. Un camarero indiscreto oyó decir al entonces presidente: “Con este muchacho hay que hacer algo”. Con ello habría dado la venia para la peor.

En uno de sus artículos, publicado en 1989 en Noticias con el sugestivo título “Muerte por encargo”, y reproducido en Mburucuyá Revista, Leguizamón afirmaba: “Nos enfrentamos a situaciones de verdadero terror”. Había sido asesinado en una calle de Ponta PoráBrasil, frente a Pedro Juan CaballeroParaguay, un ciudadano español, Domingo Martin Martin, que, aparentemente desmarcado del clan Yamil, “molestaba por su capacidad de trabajo a los que no quieren hacer esfuerzos y, como muchos, fue borrado ante la capacidad de ser enfrentado”.

¿Era la crónica precoz de su propia muerte? Era el modus operandi usual en la frontera seca, del cual terminó siendo víctima él mismo el 26 de abril de 1991. Desde esa fecha, el Día del Periodista dejó de memorar la aparición del primer periódico del país, El Paraguayo Independiente, creado en 1845 por el presidente Carlos Antonio López. Desde esa fecha, el Día del Periodista se asoció año tras año, frente al monumento que lleva su nombre en Asunción, con el reclamo insatisfecho de esclarecimiento y justicia por la “muerte por encargo” de Leguizamón.

“La escoria brilla como el oro cuando el oro mismo es la escoria, la de estos asesinos a sueldo, la de sus poderosos patrones»

Ese día, el novelista paraguayo Augusto Roa Bastos, autor de Yo el Supremo y de El trueno entre las hojas, escribía con indignación un artículo que iba a ser publicado en Última Hora: “La escoria brilla como el oro cuando el oro mismo es la escoria, la de estos asesinos a sueldo, la de sus poderosos patrones […] Eligieron la hora: la luz cenital del mediodía, para que la sangre de tu sacrificio brillara en su más puro fulgor. Eligieron el sitio: la línea fronteriza entre el miedo y la impunidad en aquel remoto confín del país”. Iba a morir él también el 26 de abril, pero cuatro años después, en Asunción.

Ese día, el viernes 26 de abril de 1991, Leguizamón iba a festejar el Día del Periodista en Pato Restaurante, propiedad de su amigo Julio César Acosta, presidente de la Liga Deportiva de Amambay. En él, en donde no valían sus protestas porque no le cobraba la cuenta, solía comer “la mejor feijoada” de Pedro Juan Caballero y Ponta Porá. Estaba a dieta, pero había decidido hacer una excepción. Al menos, ese día. Había terminado el programa e iba en su coche, marca Datsun, de color blanco, con su secretario particular, Baldomero “Carapé” Cabral, de 22 años, que también cumplía con funciones de electricista, chofer y cobrador de la radio.

Cerca de la intersección de la avenida Gaspar Rodríguez de Francia y la calle José de Jesús Martínez, justo en límite entre Paraguay y Brasil, a las 12.15 del mediodía, tres individuos que iban en un Volkswagen Gol, de color negro, con los vidrios polarizados y la puerta derecha abollada, dispararon a mansalva contra Leguizamón con armas de distinto calibre, “presumiblemente un arma calibre 38 Magnum, una escopeta calibre 12 y una pistola calibre 9 milímetros”, según un informe oficial.

Después de un roce entre ambos vehículos, el primer disparo partió desde el interior del que llevaba a los asesinos. Luego se supo que eran brasileños: José Aparecido de Lima, alias “Ze Lima”, asesinado de 80 balazos en junio de 1992 en Ponta Porá; José Francisco Araulho, alias “Tiro Certo”, y Bras vas de Moura. Un cuarto, José Paulo dos Santos Galdinho, alias “Paulao”, actuó de campana. Confesaron, en su momento, que habían sido contratados para ello por Daniel Alvares Georges y Luis Henrique Rodríguez Georges, alias “Tulú”, hijo y sobrino, respectivamente, de Yamil.

¿Fue por orden de Yamil o, acaso, quiso ser una suerte de regalo de sus parientes, de modo de quitar del medio a un periodista molesto, capaz de perjudicar sus negocios, como sucedió años después en la Argentina con el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas, atribuido al empresario postal Alfredo Yabrán?

En su declaración testimonial, Yamil, brasileño, dijo que nunca había tenido “problema con periodista alguno ni mucho menos con la Radio Mburucuyá ni con su director”, y “que no era su amigo ni su enemigo”. Y agregó: “Es muy fácil la deducción. Alguien que tiene mucho interés en perjudicar premeditó el crimen donde perdiera la vida Santiago Leguizamón. Alguien menos Fahd Yamil. Es premeditado porque fue realizado seguramente por profesionales, porque tiene todas las características de un crimen alevoso y ejecutado por personas profesionales, y es una conspiración contra su persona porque alguien que mandó asesinar a Santiago Leguizamón aprovechó la circunstancia, el momento en que Fahd Yamil era atacado abiertamente por la prensa y, en ese ínterin, ocurre el crimen para desprestigiar o ensuciar a Yamil”.

En su momento, la justicia paraguaya recaló en Fernando Mendonça, directivo del Consejo de Desarrollo del Amambay (Codam). Había hablado en defensa de Yamil: “Yo nunca estuve de acuerdo con él [por Leguizamón]. Yo siempre le decía que él podía hacer mucho bien a la comunidad por medio de su micrófono, pero que también podía hacer mucho mal por la enorme audiencia que tenía […] Yo no creo que haya sido Yamil”.

Contra “Tulú” pesaba una orden de detención, pero, según Colmán Gutiérrez, “se paseaba por las calles de Pedro Juan hasta que el 5 de septiembre de 1996 el juez Albino Aquino lo liberó de culpa y pena”. Contó con la anuencia del fiscal Oscar López Laterza.

“Santiago convirtió a la radio en la voz de los sin voz, con un contenido periodístico sumamente crítico ante las acciones de la mafia fronteriza”

“Tulú”, procesado por la justicia paraguaya por el crimen de Leguizamón y prófugo de la justicia brasileña por narcotráfico, “tiene una orden de captura firmada por jueces paraguayos que se encuentra en poder de Interpol y que nunca se cumplió”, dijo José Gabriel Valiente, juez de Garantías de Amambay que, entre 1995 y 2000, representó como abogado al Sindicato de Periodistas del Paraguay.

El juez Bernardo Villalba Cardozo, no obstante ello, archivó el caso en 2002. Nadie pagó por el crimen. Tampoco había querellantes. Rubín, amigo de Leguizamón, se hizo cargo de la radio después del crimen: “Él sabía algo que nunca me quiso contar, algo más de lo que publicaba”, dijo.

Por indicación de Leguizamón, Cabral portaba un revólver marca Tanque, calibre 38 milímetros. Sobre todo, dijo, cuando iba en moto a realizar cobranzas para la radio. Las amenazas eran cada vez más frecuentes y, por ello, prefería que fuera armado. Nunca, hasta ese día, las amenazas habían pasado a mayores.

Cabral advirtió que estallaba el parabrisas. En medio de la conmoción, Leguizamón, mitad en guaraní, mitad en español, le dijo: “Corré y escapate porque vos podés salvarte y yo ya no puedo”. Le había puesto la mano en la pierna, pero, igualmente, huyó. Detrás de él continuaban los tiros en plan de fusilamiento.

En el cuerpo de Leguizamón, el médico forense, Justo Ramón Roig, halló 21 heridas de bala y otras tantas fracturas provocadas por los disparos. Atribuyó su muerte a “lesión de la masa encefálica y hemorragia aguda”. En el lugar, más allá de la multitud de curiosos que se congregó alrededor del coche, ninguno de los comerciantes y transeúntes dio pistas de los hechos ni de los autores, excepto el impacto y el miedo provocados por las detonaciones.

La semana anterior, relató Cabral, Leguizamón le había dicho “que era necesario cuidarse” y que debía “estar en permanente vigilancia”. En sus bolsillos no hallaron arma alguna, sino tres cheques y dinero en efectivo en los cuales los asesinos no estaban interesados.

Ese día, curiosamente, Leguizamón estaba de buen humor. Hasta había cantado en la radio, según una de las declaraciones testimoniales, lo cual no era habitual. Le había dicho a su mujer, radicada en Asunción, que no se preocupara, que “nadie mata a un periodista así porque sí”. Nunca habían matado a un periodista en Paraguay. Hasta ese día.

“Indudablemente estas gentes son profesionales ciento por ciento –concluyó el comisario general Pablino Benítez, delegado de gobierno del Departamento de Amambay–. Eso está visto, a tal punto que todos los tiros disparados hicieron impacto en el cuerpo de Leguizamón.”

Al día siguiente, Noticias dedicó su portada al crimen: “Periodista asesinado”, tituló, y reprodujo la columna “Muerte por encargo”, firmada por Leguizamón. En las páginas dos y tres señaló: “Bajo las balas del hampa cayó un valiente periodista”. El ABC Color tituló: “Matan a periodista en un inútil intento de acallar a la prensa”. Última Hora encabezó su portada con el título: “El pueblo indignado reclama justicia”.

Después del crimen, agobiada por “presiones y miedos” y por falta de confianza en la Justicia, la viuda de Leguizamón se rehusó a ser querellante

En 2001, una década después del asesinato de Leguizamón, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) concluyó que en Paraguay eran frecuentes las “situaciones de impunidad”, como correlato de “la falta de investigación y castigo de los responsables de asesinatos, torturas, corrupción y otros graves delitos que siguen ocurriendo en el país en la presente era democrática” y de “la falta de indemnización de las víctimas o sus familiares en los casos de violaciones a los derechos humanos”.

El órgano de la Organización de los Estados Americanos (OEA) observó: “La impunidad genera responsabilidad internacional para el Estado, aun cuando se trate de crímenes cometidos por delincuentes comunes que no sean agentes estatales, cuando el Estado no cumple con su obligación internacional de efectuar una investigación seria, imparcial y efectiva de los hechos ocurridos, con el objeto de sancionar a los responsables. Tal omisión, inclusive, genera adicionalmente al Estado la obligación de indemnizar a las víctimas o a sus familiares por la violación a su derecho humano que implica no haber obtenido del Estado una debida investigación de los hechos, así éstos no hayan sido cometidos por sus agentes”.

Ponía como ejemplo “la impunidad existente” tras el asesinato de Leguizamón en Pedro Juan Caballero, “una especie de zona sin ley, plagada de contrabandistas y otros mafiosos, en donde impera la corrupción y la violencia”. Leguizamón, continuaba, “había logrado encender una luz de esperanza para toda la ciudadanía honesta de Pedro Juan Caballero, con quienes se identificaron decididamente quienes deseaban convertir esa comarca de terror en un espacio de integración y convivencia solidaria”.

Después del crimen, agobiada por “presiones y miedos” y por falta de confianza en la Justicia, la viuda de Leguizamón se rehusó a ser querellante. Uno de los jueces del caso llegó a decirle: “Señora, primero tiene que pensar en sus hijos”. Sus hijos crecieron: Raquel, de 14 años en 1991, se dedica en 2006 a rehabilitar adictos en EspañaDante, de 13, es abogado, especializado en derechos humanos; Sebastián, de 11, es ahora comerciante, y Fernando, de uno, cursa el colegio secundario. El tiempo transcurrido hizo que Morra cambiara de actitud y se mostrara dispuesta a llevar el caso a tribunales internacionales.

Ana María Margarita Morra Trigüis, licenciada en matemáticas, nacida el 26 de julio de 1950, contrajo matrimonio con Santiago Máximo Leguizamón Zavan el 30 de noviembre de 1974, a las 9.45 de la mañana, en Asunción. Lo había conocido cuando eran estudiantes universitarios. Desde entonces, me dijo, supo que “Santiago era un soñador, un idealista al que no le importaba la plata”.

Leguizamón había nacido el 26 de marzo de 1950 en Villa Hayes. Era el octavo hijo entre nueve hermanos. En 1968 se recibió de mecánico de aviación en Panamá; un año después obtuvo el título de ingeniero de vuelo. En 1970 decidió estudiar periodismo: ingresó en la Facultad de Medios de Comunicación de la Universidad Católica, de Asunción, recientemente creada. Dos años más tarde, en forma paralela, integró el elenco del Teatro Laboratorio. En esos años trabajó en la agencia de courrier Enlace y, después, en el depósito de materiales Ayolas.

En su vida, una fecha iba a ser clave: el 15 de diciembre de 1975. Desde esa fecha, ZP31 Radio Mburucuyá (nombre de una enredadera silvestre que da una bellísima flor azulada) irrumpió en el éter de Pedro Juan Caballero. Había cumplido con el sueño de ser el dueño de un medio de comunicación en la frontera. Había cumplido con el sueño de ser el dueño de su destino.

En Pedro Juan Caballero, según su amigo y colega Colmán Gutiérrez, “Santiago convirtió a la radio en la voz de los sin voz, con un contenido periodístico sumamente crítico ante las acciones de la mafia fronteriza” y, mientras tanto, “organizaba festivales folklóricos; escribía y estrenaba obras de teatro; publicaba libros de poesía, y editaba Mburucuyá Revista”. Fue, también, corresponsal de los diarios capitalinos ABC ColorÚltima Hora y Noticias, así como de Canal 13.

La revisión del expediente judicial, realizada por abogados y periodistas a pedido del Sindicato de Periodistas del Paraguay, reveló “las elementales e inexplicables torpezas cometidas desde el principio en el proceso de investigación, los múltiples y sospechosos cabos que se dejaron sueltos, como si existiera una deliberada voluntad oficial de permitir que el crimen de Santiago Leguizamón continúe en la más absoluta impunidad, mientras sus asesinos se pasean por las calles, a plena luz del día”.

En ello convino el abogado Valiente: “La policía paraguaya, a través de los años, no realizó ningún aporte significativo a la investigación para aclarar el caso Leguizamón y detener a los responsables”. A los hechos se remitió: el primer juez del caso, Modesto Cano Vargas, ordenó varias diligencias y el procesamiento de 14 personas, sindicadas todas ellas como responsables o partícipes del crimen. La lista se redujo después a dos autores morales y cuatro autores materiales, ninguno condenado.

El caso tuvo cuatro jueces: Cano VargasBuenaventura GómezAquino Amarilla y Villalba Cardozo. Quedó en el limbo. Colmán Gutiérrez advirtió en septiembre de 2006 que nada había cambiado en la frontera seca, en donde, según escribió en Última Hora, “la cocaína es arrojada desde avionetas” y el Estado continúa ausente.

Tan ausente continúa el Estado que Paraguay, con una producción de marihuana de 16,5 toneladas por año, pasó a ser el mayor productor de América del Sur, así como ruta usual de cocaína, heroína y armas. ¿La razón? Un cultivo tradicional como el algodón no reporta más de 30 centavos de dólar por kilo; un cultivo prohibido como el cannabis reporta más de 10 dólares por kilo.

Frente a ello, en la tierra de nadie, alguien quiso que un micrófono fuera «mucho más que un trozo de metal». Y el año 1991 se quedó sin mes de abril.

Fuentes

  • Santiago Leguizamón, Muerte por encargo, diario Noticias, Asunción, y Mburucuyá Revista, Pedro Juan Caballero, 1989
  • Maleantes en Delegación de Amambay, Diario Noticias, Asunción, 22 de marzo de 1991
  • Hampa maneja contrabando de soja en Pedro Juan, diario Noticias, Asunción, 22 de marzo de 1991
  • José Gregor y José Pastor Benítez, El Hampa en Pedro Juan: Todos temen al poderoso “padrino” de la soja, diario Noticias, Asunción, 23 de marzo de 1991
  • La CAPROSA es la pantalla paraguaya para el turbio negocio, diario Noticias, Asunción, 23 de marzo de 1991
  • José Gregor y José Pastor Benítez, El Hampa en Pedro Juan: Poderosos tentáculos de la “familia” Yamil, diario Noticias, Asunción, 24 de marzo de 1991
  • Pistoleros a sueldo y lavado de dinero, diario Noticias, Asunción, 24 de marzo de 1991
  • José Gregor y José Pastor Benítez, El Hampa en Pedro Juan: Los Martin Martin no desean hablar con nadie, diario Noticias, Asunción, 25 de marzo de 1991
  • Edificio “Pionero” es la pantalla de Mendonça, diario Noticias, Asunción, 25 de marzo de 1991
  • José Gregor y José Pastor Benítez, El Hampa en Pedro Juan: El capomafioso Yamil fue “huésped” de Tacambú, diario Noticias, Asunción, 26 de marzo de 1991
  • José Gregor y José Pastor Benítez, Ex delegado recibía a los “cabriteros” en su despacho, diario Noticias, Asunción, 26 de marzo de 1991
  • Hay temor a dar nombres, diario Noticias, Asunción, 26 de marzo de 1991
  • Afirman que Comisión de Desarrollo no es “pantalla”, diario Noticias, Asunción, 26 de marzo de 1991
  • “Él sabía algo más que nunca me contó; es evidente”, diario ABC Color, Asunción, 27 de abril de 1991
  • Expediente N° 70, La marca de la impunidad, Sindicato de Periodistas del Paraguay y Reporters sans Frontieres, Asunción, diciembre de 1998
  • Periodista asesinado, diario Noticias, Asunción, 27 de abril de 1991
  • Bajo las balas del hampa cayó un valiente periodista, diario Noticias, Asunción, 27 de abril de 1991
  • Andrés Colmán Gutiérrez y Enzo Perfile. El testigo. Mediodía en la tierra de nadie. El asesinato del periodista Santiago Leguizamón llevado al cómic, Servi Libro, Asunción, abril de 2006
  • Marciano Candia, “La Policía no hizo nada por aclarar el caso Leguizamón”, diario Última Hora, Asunción, 24 de abril de 2006
  • Asesinos habrían venido de Río de Janeiro o San Pablo, diario ABC Color, Asunción, 29 de abril de 1991
  • Tercer Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos en Paraguay, Capítulo III, Impunidad, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Organización de Estados Americanos, Washington, DC, 9 de marzo de 2001
  • Santiago Leguizamón Zavan, República del Paraguay, Poder Judicial, Tomo I, Año 1991, N° 70, Folios 26/27, Expediente: averiguación s/homicidio en esta ciudad, Juzgado de Primera Instancia en lo Criminal del Primer Turno, juez Modesto Cano Vargas, Secretaría N° 2
  • Esteban Acevedo y Juan José Pérez von Schmeling, “Yo no creo que Yamil sea el culpable moral”, diario ABC Color, Asunción, 9 de mayo de 1991
  • La cocaína es arrojada desde las avionetas, diario Última Hora, Asunción, 18 de septiembre de 2006

Jorge Elías

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