Me gustaría elevar una plegaria laica y democrática que ruegue para que la muerte de Videla sea también el final de todas las dictaduras. Que con el cuerpo de Videla se entierre además toda posibilidad de un golpe de estado. Que el Nunca Más sea el epitafio. Que el Nunca Más deje de ser una expresión de deseo colectivo y se transforme en una certeza por los siglos de los siglos, amén. No hay nada más venenoso y criminal que una dictadura. Pero el terrorismo de estado que encabezó Videla no fue una dictadura mas entre todas las que lamentablemente tuvo que sufrir el pueblo argentino

. Esta fue la más sanguinaria, la más cruel, un verdadero genocidio que intentó suprimir de la faz de la tierra la palabra libertad. Fueron crímenes de lesa humanidad que jamás se habían cometido. Y como ya le dije, Videla, asi a secas, despojado de su jerarquía militar, convertido en un reo, casi sin nombre ni apellido fue el comandante en jefe de ese verdadero holocausto de una generación. Se creía un dios de uniforme y metralla capaz de decidir sobre la vida y la muerte de las personas. Se creía un dios capaz de robar hijos de desaparecidos y disponer de su futuro para siempre.
Se creía un dios y era el diablo.

Un diablo no en el sentido metafórico que pretende quitarle su condición de ser humano para lavar las culpas de nuestra condición. Todo lo contrario, recordar que era una persona como cualquiera que vivía entre nosotros y que algo pasó en esta sociedad que lo parió como a Hitler. Un diabólico nazi surgido de las entrañas mas aborrecibles de esta sociedad. Algún día tal vez nos podamos preguntar que pasó y porque pasó. ¿Qué mecanismos engendraron al asesino masivo que instaló la palabra desaparecido y nunca se arrepintió de nada? No fue capaz de tener un gesto de humanidad y revelar todos los archivos secretos que podrían terminar con los delitos que se siguen cometiendo con los que siguen desaparecidos que son los nietos apropiados como botines de guerra.

Pero se llevó a la tumba toda la ingeniería del plan sistemático, su estrategia del horror. Fue el dictador de los dictadores de Argentina. Siento satisfacción porque creo que una sociedad desarmada y en paz derrotó a un general todo poderoso y presuntamente blindado. Sentí que David, una vez más había derrotado a Goliat con la Constitución en su gomera.

Un tiranosautrio menos. Murió como tenía que morir: en la cárcel. Juzgado y condenado con todas las garantías constitucionales que el le negó a sus víctimas. Su golpe sanguinario todavía nos golpea. Eran los tiempos en que, según Eduardo Galeano, los argentinos nos dividíamos en cuatro especies: los aterrados, los desterrados, los encerrados y los enterrados.

Querían muertes, torturas, desapariciones, campos de concentración, robos, violaciones, humillaciones, mutilaciones, censuras, extorsiones, querían todo eso y mucho más y lo lograron. Hubo complicidad de una parte de la sociedad civil. Pero también es justo decir que era muy difícil saber que los golpistas de Videla, Massera y su banda criminal iban a utilizar todas las formas de la muerte. Por shock eléctrico, por inmersión, por fusilamiento, por incineración, por sofocación, arrojando gente desde los aviones, sepultado seres humanos vivos en fosas comunes. No hay imaginación tan siniestra que pueda comprender los asesinatos y secuestros de niños, las torturas a embarazadas, a discapacitados, los tormentos a abuelos delante de sus hijos o nietos y las venganzas sobre familias enteras.
 
Suena insólito que el parte de la muerte de Videla diga burocráticamente que se constató “su óbito siendo las 8.25 hs”. Ese lenguaje de expedientes y autopsias habla de hemorragia interna y fracturas en la pelvis tras una caída en la ducha sumada a un problema cardíaco. En realidad Videla, para la sociedad, ya había muerto antes. Cuando fue condenado a reclusión perpetua por el histórico juicio a las juntas de 1985. Esa era la única condena firme que tenía cuando abandonó este mundo y se fue al infierno.

El ejercicio de la memoria es sinónimo de salud mental para una sociedad. Para que los golpes de Videla no nos sigan golpeando. Para que nadie olvide lo que nos pasó. Para que no nos vuelva a pasar. Nunca más.