El matrimonio Kirchner siempre tuvo una relación de amor y de odio con Daniel Scioli. Hay diez años de manifestaciones de cariño y de bronca. Néstor Kirchner, que nunca comió vidrio, supo leer las encuestas desde el comienzo y lo eligió en cinco ocasiones por lo menos para ocupar lugares de importancia. Fue su compañero de fórmula en el comienzo, el que le permitió subir los puntos necesarios como para estar en la pelea.

Lo mismo ocurrió con Roberto Lavagna al que todos veían como el gran piloto de tormentas que supo sacar al país de la peor crisis. Pero volvamos a Scioli. Fue vice de Néstor. Fue dos veces candidato a gobernador de Buenos Aires a pedido del kirchnerismo. Y siempre ganó. Salvo en aquel esperpento llamado “listas testimoniales” en el 2009, cuando fueron derrotados luego de la batalla contra el campo. Alguno podrá decir que entonces no se trata de amor ni de cariño. Que los Kirchner tienen una relación utilitaria de la buena imagen que tuvo y tiene Scioli. Puede ser.
 
Es probable que haya más conveniencia que afecto. Pero los triunfos le fueron poniendo también mayor cercanía sentimental a la relación. El tema interesante desde el análisis político, es que simultáneamente, nunca dejaron de odiarlo. Scioli tiene votos y es leal, pero es casi la contracara de todo el proyecto de Cristina. En la primera etapa de Néstor, la consigna era por un país serio, con justicia social, salir del infierno y otras cuestiones bien concretas en las que Scioli encajaba. Pero desde que el oficialismo pegó su viraje hacia el infantilismo chavista, el pensamiento y la acción de Scioli está cada vez más lejos de Cristina. Son el agua y el aceite. Scioli no castiga a los medios de comunicación y mantiene buenas relaciones casi con todo el mundo.

Fue capaz de jugar al fútbol con Macri y los Moyano, o hacer buenas migas con José Manuel de la Sota, todos integrantes de la lista de los peores enemigos del gobierno. El colmo fue su cena reservada con Julio Cobos, ex vice de Cristina y considerado un traidor por el cristinismo puro. Gabriel Mariotto, Carlos Kunkel, Estela Carlotto, Julio de Vido, todos se pusieron en fila para fusilar ese encuentro y le reclamaron explicaciones públicas que Scioli no dio. Respondió con un gesto.
 
Ayer no fue a Salta para no aparecer al lado del vicepresidente Amado Boudou en medio de un cruce de declaraciones entre el ministro de Economía, Hernán Lorenzino y el gobierno provincial. Es que el odio que hoy está más fuerte que el amor ordena no asistir económicamente al gobernador. El objetivo es asfixiarlo. Ponerlo de rodillas que es la posición en la que mas le gusta relacionarse con la gente a Cristina. Ella parada sobre su soberbia y el resto agachado, casi pidiendo perdón. Por ahora el objetivo es debilitarlo al máximo. Que no pueda pagar el aumento a los docentes, que tenga paros de los empleados estatales, para decirlo en criollo, hacerle kilombo en la provincia. ¿Qué buscan? Hay dos líneas en el gobierno.
 
Las palomas que dicen que hay que obligarlo a que se presente como candidato a diputado, aprovechar su alta intención de votos una vez mas y que después, asuma su banca y renuncie a la gobernación para que le deje el lugar a Mariotto que es garantía absoluta de lealtad. Pero están los halcones que dicen que hay que aprovechar la coyuntura para destruirlo como posible candidato a presidente. Tirar nafta al fuego de la provincia y que se incendie con Scioli adentro. En voz baja, plantean que tienen que asegurar que no haya ninguna chance de volver al pasado neoliberal que le garantice sobrevivir al grupo Clarín y que Scioli encarna esa posibilidad. Hay un elemento que algunos se permiten poner en la mesa de arena.

Históricamente las grandes convulsiones sociales que estallaron en La Plata llegaron en minutos a la Casa Rosada. El 2001 es el ejemplo más cruel y está tapizado de muertos y de un presidente que tuvo que huir en helicóptero. Todavía falta conocer el final de esta película que puede ser de terror. Nadie se suicida en política. Hoy la balanza de Cristina parece más inclinada al odio que al amor con Daniel Scioli. Hay que seguir de cerca esta pelea de titanes.

Ocupan los dos puestos más poderosos en el país. Insólitamente están en el mismo barco del peronismo. Cosas que pasan en este país donde el principal opositor para mucha gente es el principal aliado de Cristina. Tal vez como sociedad necesitemos un diván de sicoanalista. Pero lo grave es que si se desata la guerra total entre Cristina y Scioli, las primeras víctimas van a ser los ciudadanos. Los más pobres, los que más necesitan del estado. Porque siempre, el hilo se corta por lo mas delgado.