De ser por la ley, Cataluña debió cerrar su herida tras la aplicación por primera vez en la historia del artículo 155 de la Constitución de España. No sólo no la cerró. La abrió aún más. El resultado de las elecciones extraordinarias del 21 de diciembre refleja la fisura entre los que anhelan la secesión y los que la rechazan. La solución no es jurídica, como supuso el gobierno de Mariano Rajoy, sino política. El factor ausente durante el procés (proceso independentista), más allá de la avalancha de votos que recibió Inés Arrimadas, la candidata por Ciudadanos, aunque no pueda formar gobierno. Un signo del declive de los partidos tradicionales, el Popular (PP) y el de los Socialistas de Cataluña (PSC). Un signo, también, de la vitalidad de los independentistas.