Le quiero contar algo terrible que todavía no salió en los diarios nacionales. Pienso que lo que pasó es mucho mas habitual de lo que uno cree. Cinco alumnas de 16 y 17 años le dieron una paliza a otras tres chicas de su mismo colegio. A una de ellas le desfiguraron el rostro. Una pelea callejera a una cuadra del colegio que terminó con las pibas lastimadas, escuche bien, por favor, por los puñetazos y hasta rodillazos que les pegaron. La historia asusta y recién le conté una parte. ¿Sabe porque patotearon a las tres pibas?

Mientras las castigaban las acusaban de ser caretas, demasiado lindas y de estar nominadas para ser abanderadas el próximo 25 de mayo en la fecha patria. ¿Qué está pasando? Algo no funciona bien en la escuela o en la casa o en la sociedad o en los mensajes que enviamos los medios de comunicación. Y como si esto fuera poco le cuento que no se trata de una escuela metida en el medio de un barrio marginal, con pibas que viven en ranchitos, hacinadas y maltratadas por sus propios padres. De ninguna manera.

Esto pasó en la escuela “Técnicos Mendocinos”, de Guaymallén, una tierra bendecida por la naturaleza. ¿Qué está pasando, repito? ¿Cualquier argumento es válido para desatar la violencia contra una compañera de escuela? Que sean buenas estudiantes y tengan notas excelentes debería ser un elemento que dispare la sana envidia y la intención de emular su desempeño. No un motivo de odio que lleve a la agresión. Porque las chicas ya venían siendo hostigadas en el colegio. Incluso habían hecho pintadas agresivas en las paredes.

¿Cuáles son los valores que debemos fomentar en nuestros hijos y que los docentes deben reforzar en el colegio? Yo le dije que sostengo que los chicos deben ser educados para ser felices y no exitosos, para ser curiosos y no abúlicos, para ser solidarios y no egoístas, para ser valientes y no cobardes, para ser responsables y no chantas y sobre todo, para valorar la cultura del esfuerzo y el progreso y poder dejar a un costado, el facilismo y el endiosamiento del consumo.

No soy un experto en educación, pero soy padre y el tema me parece clave para pasar de la sociedad que tenemos al país que soñamos. Ariadna, Rocío y Macarena cursan el quinto año. Ya intentaron agredirlas físicamente hace 20 días pero la intervención de los padres evitó que la sangre llegara al río. Pero esta vez, además de los insultos y las agresiones con las pintadas en las paredes, las tres chicas recibieron una golpiza tremenda. A una cuadra del colegio. ¿Se imaginan como están los padres de esas chicas?

Fueron maltratadas por haber cometido el pecado de ser lindas y estudiosas. Suena insólito. Pero no es una excepción. La violencia escolar viene creciendo demasiado en estos tiempos. No me quiero hacer el políticamente correcto. En mis épocas de estudiante y seguramente en todas las épocas, hubo y habrá peleas entre alumnos.

Chicos o chicas que resuelven sus diferencias a las trompadas. Y también es cierto que el estudioso, el “traga” es mirado con bronca por los chicos que tienen peores notas. Lo más preocupantes ahora es la ferocidad de los golpes, los argumentos incomprensibles, la seguidilla de acontecimientos y la decadencia que eso simboliza. Tuvieron que ser atendidas por una ambulancia y hasta la policía tuvo que intervenir.
Le recuerdo que estamos hablando de chicas mendocinas de clase media que no pasan los 17 años. Algunas reflexiones al respecto: soy un convencido de que la educación es la madre de todas las batallas contra los peores flagelos argentinos. Es el instrumento más maravilloso que se conoce para combatir la indigencia, la marginalidad, la pobreza, la desocupación, la violencia, la droga y el delito. No hay debate ni desafío más importante.

Don José de San Martín decía que la educación era el ejército más poderoso para pelear por nuestra soberanía. Por eso estoy convencido que debe ser un tema de estado y no de partido. Para convertirlo en una epopeya nacional de todos los argentinos sin distinción de ningún tipo. Es la mejor manera de igualar oportunidades.

Educar es ayudar a razonar, a evitar todo tipo de violencia. Apostar a la civilización contra la barbarie. Enseñar el mismo amor a la ley que a la libertad. Nuestro sueño colectivo debe ser iluminar la oscuridad. Por lo tanto se necesita una revolución educativa con los docentes como abanderados y los padres como escolta De eso se trata.