Es un verdadero misterio cuales son las razones que conducen a un empleador a pagar mejor el mismo trabajo, si lo hace un hombre que si lo hace una mujer. Y el segundo gran misterio es, porque existe la tendencia de otorgar los puestos mejor pagos a hombres antes que a mujeres.

Los generadores de trabajos son empresas, y lo que tienen siempre la empresas como prioridad es ganar dinero, no podría ser de otro modo. Las empresas no tienen, o no deberían tener, prejuicios machistas, su fin es alcanzar un orden financiero que permita equilibrar la buena compra de insumos para elaborar el producto o servicio, y luego la buena venta del mismo, de modo que descontado los costos, genere ganancias. Eso describe a grandísimos rasgos la complejidad de una unidad de negocios.

Entonces: que lleva a los empleadores de privilegiar a los hombres por sobre las mujeres termina siendo un enigma. Tal o cual labor puede ser desempeñada con la misma idoneidad por una mujer o un hombre, dependiendo del talento y capacidad de trabajo de la persona y no del género. Sea el puesto dirigencial o no.

Las políticas de género son algo que no debería existir, no tiene lógica tener forzar a nadie a contratar por género. Espontáneamente, el contratante debería elegir al mejor, y atento la paridad poblacional y la también paridad en la oferta de trabajadores de ambos generos, la elección debería ser equilibrada por decantación.

Sin embargo, e incluso con la existencia de dichas políticas, según el informe anual de la Dirección General de Estudios y Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo de la Nación, la brecha entre hombres y mujeres en 2022 fue la mayor en diez años.

Para sintetizar, en el año, el ingreso promedio de los hombres con trabajo formal fue de $70.811, en tanto que el sueldo medio de las mujeres fue de $51.674, una diferencia del 27%. 

Esto obedece a que: los trabajos mejor remunerados suelen recaer en hombres y también a que, a trabajos similares, se oferta mejor salario a los varones. 

En estos tiempos, semejante cosa, cuando se trata del empleo privado, parece ser una conspiración de los generadores de trabajo contra sí mismos. En años y años de dirigir grupos de trabajo, he observado enormes capacidades y vocación de esfuerzo en forma indistinta, capacidad de liderazgo indistinta, personas de uno u otro sexo con enormes talentos no relacionados con su género, y han mostrado siempre, rendimientos laborales relacionados con esas capacidades. La ampliación de brecha de ingresos en estos tiempos, es una disparatada conspiración de los contratantes, contra el éxito empresario.