Se conmemora un nuevo feriado por el Día del Trabajador, gracias a la lucha de la clase obrera en los Estados Unidos para conseguir derechos laborales inexistentes en aquel entonces. 

En la ciudad norteamericana de Chicago, así como en otras partes del mundo, el final del siglo XIX se vio marcado por una creciente organización de los trabajadores, quienes empezaron a ingresar en sindicatos y otras formas de asociaciones laborales con el objetivo de luchar por mejoras en sus condiciones de trabajo.

Entre las demandas más importantes de este movimiento obrero se encontraba la instauración de una jornada laboral limitada a ocho horas. En aquellos tiempos, no era raro que los trabajadores, incluidas mujeres y niños, estuvieran sujetos a jornadas de hasta dieciséis o dieciocho horas bajo condiciones insalubres y por remuneraciones mínimas.

Los esfuerzos por reformar la jornada laboral no eran nuevos. Ya desde fines del siglo XVIII, la Revolución Industrial en Gran Bretaña había motivado las primeras manifestaciones obreras, que denunciaban las penosas condiciones laborales. Sin embargo, fue hacia finales del siglo XIX cuando la lucha por la jornada de ocho horas comenzó a ganar mayor visibilidad y apoyo a nivel internacional.