En junio de 2010, hace más de tres años, la contadora Eleonora Feser halló tarjetas personales de Ricardo Jaime en un allanamiento en Carlos Paz, Córdoba. Esas tarjetas lo presentaban como director ejecutivo de la empresa Cerro Motos. Esa compañía es hermana de Cerro Autos, concesionaria oficial Volkswagen en Córdoba. En Cerro Autos había trabajado -y no precisamente como cadete- Santiago De Vido, uno de los recientemente prósperos hijos del ministro Julio De Vido, superior de Jaime y mandamás de Planificación.

Feser, que asistía al fiscal Carlos Rívolo en la investigación del enriquecimiento ilícito de Jaime, había encontrado una prueba que ubicaba a Jaime en una empresa y como todavía estaba en el período admitido para ser investigado, era relevante. Feser, experta en contaduría forense, le dio las tarjetas al Policía Federal Miguel Ángel Maidana quien las colocó sobre una mesa. Jaime las agarró se las puso en el bolsillo y Maidana lo vio. Le pidió que las devolviera, cosa que hizo Jaime, y ahí terminó el episodio.

Esas tarjetas nunca aparecieron y varios funcionarios de entonces respiraron aliviados. Si las tarjetas no hubieran desaparecido en su trayecto desde Córdoba al juzgado de Norberto Oyarbide, no se habría hablado de este hecho. Pero como se esfumaron, fue relevante el intento de robo por parte de Jaime y por eso se hizo el juicio donde hoy se conocerá el veredicto.

Feser fue interrogada la semana pasada con inusitada virulencia por uno de los tres jueces que integra el Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba. José María Pérez Villalobo fue tan poco cortés y áspero con la testigo que el fiscal Maximiliano Hairabedián- en un hecho insólito- protestó por el maltrato y pidió que se dejara constancia de lo sucedido. Pérez Villalobo es adherente del colectivo judicial kirchnerista "Justicia Legítima" y le quitó trascendencia al juicio contra Jaime cuando dijo, antes del inicio del proceso, que era un caso poco importante. "Pero al final usted no se acuerda de nada!!!", le espetó Pérez Villalobo a la testigo. Tres años después del hecho le pedían que recordara, por ejemplo, cuántas veces había subido y bajado entre el primer piso y la planta baja del lugar del allanamiento. Feser fue clara. Vio las tarjetas, las puso en una mesa y ahí finalizó su tarea. Pérez Villalobo, fue más allá. Cuando la testigo contestó algunas preguntas con la palabra "creo" porque no tenía certeza después de tres años, el juez filokirchnerista hizo un ensayo teológico-filosófico acerca del significado de esa palabra para los cristianos. Fue demasiado explícito. Y quedó claro que la absolución, pedida por la defensa de Jaime, ya contaría con uno de los tres votos. Los otros dos jueces, Fabián Asís y Carlos Lascano fueron correctos y su actuación de la semana pasada no permite deducir si condenarán o absolverán a Jaime en el primero de sus juicios orales y públicos.

El policía Maidana se mantuvo en sus dichos. Inclusive, hasta escenificó cómo hizo Jaime para meterse en el bolsillo delantero derecho de su pantalón las tarjetas que luego devolvió. El fiscal pidió un año de prisión en suspenso. Y Jaime su absolución: dijo que las tarjetas no existieron, que es un hombre de bien, que consagró su vida a la función pública y a la Justicia y que nunca interferiría en un proceso judicial. Se olvidó de decir que estuvo prófugo durante una semana porque tenía un pedido de captura por un caso de corrupción.

Cualquiera sea el resultado del fallo, se apelará a Casación. Jaime, inclusive, si quiere, tiene la oportunidad de pronunciar lo que se llama "últimas palabras" donde le acusado tiene la ocasión de convencer a los jueces de su inocencia. El veredicto de hoy ya tiene, por lo que se pudo respirar en las audiencias de la semana pasada, un voto a favor de la inocencia de Jaime. Pero, como siempre pasa en la Justicia, hasta que un fallo no está firmado, no existe. Entonces habrá que esperar hasta pasadas las 9.30 cuando los jueces lean su decisión.