El contexto es incomparable. Ser campeón en el mítico Maracaná es logro que pocos privilegiados pueden atribuirse y este equipo lo consiguió. Pero además, lo consiguió con una victoria sobre el local, el imbatible. Argentina le ganó 1 a 0 a Brasil con un gol de Ángel Di María y una actuación monstruosa de Rodrigo De Paul, se consagró campeón de América tras 28 años.

El arranque del partido de la Selección no fue del todo bueno. Brasil, como era esperable, manejó la pelota, pero el equipo de Lionel Scaloni esperó demasiado para ejercer algún tipo de presión. Dejó venir al rival, le permitió algunos espacios y no encontró precisión con la pelota en los pies.

En la primera en la que el equipo robó se vio una de esas imágenes que tantas veces, lamentablemente, se ha repetido: Lionel Messi con la pelota y todas camisetas rivales a su alrededor. Esto no obedece a la falta de calidad técnica de sus compañeros, sino a una postura colectiva.

Si no se ejerce presión hasta la mitad de la cancha y se recupera la pelota en la primera línea de quite, es probable que la pelota le quede a Messi, el argentino más adelantado y el único sin obligación de marca, y que no tenga compañeros por delante.

Ese contexto difícil se destrabó con el gol. Un pase magnífico de De Paul, en el que claramente falló Renan Lodi, a la hora de cerrar, encontró a Di María. El del PSG controló y definió por encima del arquero, como en aquel tanto que le dio a la Selección la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, ante Nigeria, pero del otro lado y con la pelota picando.

El tanto cambió el panorama anímico del partido. La tenencia de Argentina pasó a ser calma, pero en todo momento con sentido y la presión brasileña se tornó nerviosa, desordenada, de a un sólo hombre a la vez. El equipo nacional entró en confianza y pudo jugar un encuentro distinto, más lejos de su arco, que, de todos modos, no había sufrido remates claros.

El momento de mayor zozobra fueron los primeros 15 minutos del segundo tiempo, en el que llegaron todas las chances que tuvo Brasil. El ingreso de Roberto Firmino descubrió huecos en el sector izquierdo de la defensa. En un par de ocasiones, Marcos Acuña cometió errores en la salida y en otras dos chances, Richarlison, uno de los que mejor interpreta los espacios, le ganó la espalda.

En una de esas acciones llegó el tanto del propio hombre del Everton que fue anulado correctamente por fuera de juego. Pasado ese momento, y a excepción de algunos intentos impetuosos de Neymar, el conjunto nacional sólo sufrió por lo corto del resultado, pero Brasil no generó demasiado.

Varios futbolistas argentinos tuvieron un rendimiento muy alto: Nicolás Otamendi, aunque a veces un tanto desordenado, ganó prácticamente todos sus duelos, Cristian Romero estuvo impasable, al igual que Gonzalo Montiel y Emiliano “Dibu” Martínez volvió a demostrar la seguridad que exhibió toda la copa.

Muchas veces se hizo referencia a la necesidad de Messi de ser salvado por sus compañeros ante un mal partido. Y en este encuentro sucedió con creces. Tanto, que, en relación a los rendimientos habituales, el 10 fue el más bajo del equipo. Di María, con el tanto, y, fundamentalmente, De Paul que tuvo un partido apoteósico, salieron al rescate.

El jugador ex Udinese, recientemente traspasado al Atlético Madrid estuvo en toda la cancha, realizó de manera extraordinaria todos los relevos, robó una cantidad enorme de pelotas, entregó siempre bien y encima dio la asistencia clave.

El fútbol no hizo justicia con Messi. Por mucho que se crea que tan trillada y demagógica frase hace honor a la figura del 10, nada está más alejado de la realidad. No hay justicia o injusticia por un título. El fútbol le ha dado mucho a Messi y Messi hizo del fútbol un deporte mucho más lindo de lo que ya era, lo cual es muchísimo decir.

Pero nada en relación a su brutal trayectoria ha cambiado. ¿Cómo podría alguien afirmar que Messi era menos importante para la historia del fútbol el viernes de lo que lo es ahora, tras sólo 90 minutos, en los que, encima, no pudo jugar bien?

Aquello que define la trascendencia de un deportista va mucho más allá de un trofeo. Es uno de los mejores futbolistas de la historia, es el atleta más emblemático de una generación: allí radica la justicia.

Argentina volvió a levantar un título tras 28 años. La alegría de una celebración de estas características es clave para sacarse un peso de la mochila. Un periodo tan prolongado sin títulos representa una presión, quizás injustificada, porque ningún futbolista atravesó esos 28 años, pero innegable. Hoy eso no existe más. Hoy Argentina es campeona de América. Hoy comienza el trayecto hacia Catar 2022, con otro aire.