Dos facciones de la barrabrava de Quilmes protagonizaron anoche graves incidentes en las tribunas del estadio José Luis Meizner, en la previa del partido contra All Boys, correspondiente a la séptima fecha del Torneo Final, en los que unas diez personas resultaron heridas. Quien presenta el cuadro más grave es Mario Becerra, hijo del líder del grupo disidente, quien fue apuñalado en la zona intercostal.

Los heridos, dos de ellos oficiales de policía, fueron trasladados al hospital Isidoro Iriarte, de Quilmes, donde recibieron asistencia médica. Si bien finalmente hubo tres detenidos, la actitud de la policía fue muy pasiva en la cabecera local, donde entre otros hechos violentos tuvo lugar una feroz y sostenida golpiza por parte de al menos diez hombres contra un hincha caído. En el ataque, algunos utilizaron palos de las banderas y hasta un cajón de cerveza.

La paliza se extendió hasta el hartazgo, y los agresores tuvieron la impunidad suficiente para arrastrar a la víctima escalones abajo, frente a las cámaras de televisión, donde mantuvieron un acalorado intercambio de palabras con personas que se ubicaban dentro del campo de juego. Luego se produjeron corridas en las adyacencias del estadio Centenario, lo que llevó al árbitro tucumano Andrés Merlos a analizar la posibilidad de suspender el partido, pero el jefe del operativo policial le dio garantías si se jugaba con la cabecera desocupada.

Si bien el origen de los incidentes se desconoce, desde hace años existe en Quilmes un enfrentamiento entre dos facciones, la denominada "banda de Dedo (Osvaldo Becerra)" contra la "banda de Ramiro (Bustamante)". Estas diferencias surgieron a raíz de la disputa por el reparto de dinero y entradas, señaló por Continental Juan Manuel Lugano, coordinador de Fútbol en Paz. En La Mirada Despierta, vinculó a Becerra con Juan Manuel Abal Medina y a Bustamante con Aníbal Fernández. "Siempre la política de la provincia de Buenos Aires está dando vueltas por la violencia en las tribunas. El tema es la plata para viajar al Mundial y viejas deudas pendientes. La policía es cómplice de estos violentos; si nosotros queremos entrar a la cancha con una faca, nos detienen diez cuadras antes de llegar a la cancha. Los policías saben que a estos hombres no los pueden tocar y también comparten varios negocios con ellos", graficó Lugones.