"Bienvenido a Cerdeña, su santidad", decía el casco amarillo que un minero sin trabajo le obsequió a Francisco durante su visita a una multitud de trabajadores, muchos de ellos mineros, que en los últimos años perdieron sus empleos.

Para mostrar empatía con ellos, contó la historia de su propia familia. "Mi joven padre fue a Argentina con la ilusión de hacer la América, pero sufrió la terrible crisis de 1930. Perdieron todo, no había trabajo", dijo.

"A los jóvenes desempleados, a los que tienen un trabajo precario, a los empresarios y comerciantes con problemas para seguir adelante, les expreso mi solidaridad", agregó.

Acto seguido, volvió a evocar a su país. "Es una realidad que conozco bien por la experiencia que tuve en Argentina. Por ello les digo: ¡Coraje! Tenemos que encarar este desafío histórico con solidaridad e inteligencia".

"Perdónenme por estas duras palabras -continuó-, pero donde no hay trabajo falta la dignidad".

Por último, lanzó una furibunda crítica contra el sistema económico imperante. "Luchemos todos juntos contra el ídolo dinero, contra un sistema sin ética, injusto, en el que manda el dinero".