Bajo el lema “libertad responsable”, el presidente de Uruguay Luis Lacalle Pou, aplicó una singular estrategia frente al COVID-19, sin confinamientos obligatorios que le trajo “buenos resultados” durante gran parte del 2020.

Sin embargo, poco a poco las cifras fueron desmejorando y la situación en el país vecino varió considerablemente. Y en su último informe dado a conocer esta semana, las autoridades registraron 1.182 casos positivos de un total de 10.257 test, cifra que sella un índice de positividad de 11,5%, y cinco fallecidos por la enfermedad.

La curva muestra con claridad una línea plana hasta mediados de octubre, cuando se reportaban menos de 10 por día, salvo algunas excepciones en las que los contagios diarios trepaban a 20.

De todas maneras, desde octubre a esta parte Uruguay registró un aumento permanente de los contagios que lo llevó a este pico de cuatro cifras en marzo. "A diferencia de la fábula de la carrera entre la liebre (virus) y la tortuga (nosotros), acá no se va a dormir sola. Es ahora que hay que noquearla, bajando la movilidad con nuevas medidas, y así llegar a la meta", puso en twitter Gonzalo Moratorio, un virólogo del Instituto Pasteur de Montevideo, sumándose a distintos especialistas que reclamaron públicamente. El Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) divulgó este martes un documento donde indica que Uruguay transita por estas horas una "transmisión comunitaria intensa" de COVID-19.

Además, comunican que a pesar de la vacunación que se desarrolla desde hace dos semanas en Uruguay "es esencial mantener por varios meses más" el uso de tapabocas, distanciamiento físico sostenido, higiene de manos, entre medidas "no farmacológicas", así como "disminuir muy significativamente contactos, interacciones, mantener 'burbujas sociales', pequeñas y sin mezclar, evitar reuniones con no convivientes, y asistir a eventos sociales".