En la web Psicología y Mente, Nuria Guzmán Rodríguez, realiza un análisis y establece las diferencias entre entre el violador individual y aquellos que llevan a cabo estas acciones de manera grupal, como el caso que aterra a la sociedad, sucedido hace días en Palermo.

Según el artículo, es difícil realizar un perfil de agresor sexual, aunque sí pueden establecerse algunos rasgos comunes.

De acuerdo a lo descripto en dicha publicación, son personas de apariencia normal con una inteligencia media, provenientes de todos los grupos culturales, religiosos y económicos, que no necesariamente presentan una patología psiquiátrica. Aunque sí pueden presentar rasgos de neuroticismo, introversión, inmadurez, egocentrismo y baja autoestima. Pero por sí solos, los rasgos expuestos no serían suficientes ni determinantes para llegar a cometer una agresión sexual.

Deben considerarse, además, otros factores, como un aprendizaje pobre de la inhibición conductual, pobres modelos educativos paternos, una disciplina paterna severa e inconsistente, padres agresivos y/o alcohólicos, abusos físicos y sexuales en la infancia y notables déficits sociales, que les impiden establecer relaciones adecuadas a su edad.

Asimismo, el hecho de cometer un delito de índole sexual puede estar precedido por estados emocionales de estrés prolongado, excitación sexual, estallidos de cólera, consumo abusivo de alcohol y estados de ánimo como depresión, ansiedad, ira o soledad o la interrelación de uno o más de estos factores.

Finalmente, dice en Psicología y Mente, caben mencionar dos aspectos importantes e inherentes al ejercicio de cualquier tipo de violencia: un pensamiento distorsionado que pueda llegar a justificar a nivel racional la conducta realizada y a minimizar el daño ocasionado en la víctima y un contexto o circunstancias propicias para realizar la agresión.

Respecto de las agresiones sexuales grupales, dice la publicación que según los expertos, en las violaciones en grupo tiene lugar un hecho paradójico; la mayoría de los miembros de un grupo agresor nunca violaría en solitario, no hace falta que el sujeto sea un psicópata, un sádico o un antisocial para que se vea envuelto en una actuación grupal de este tipo, hecho que los diferencia y aleja del perfil propio de un agresor sexual.

Intentando explicar este fenómeno, el doctor Berrill, psicólogo forense, afirma que las violaciones en grupo suelen llevarse a cabo por adultos jóvenes y argumenta que “existe algo relacionado con la psicología social típica de estos grupos que podría contextualizar comportamientos violentos en grupo que de otro modo, resultarían inexplicables”.

Otros autores, como el grupo del doctor Oliveros, apoyan la hipótesis de la influencia y la cohesión del grupo como explicativa de la realización de agresiones sexuales, argumentando que los adolescentes y adultos jóvenes se encuentran en etapas de la vida en las que el sentido de pertenencia al grupo, la importancia de la reputación y el sometimiento al líder adquieren una relevancia extraordinaria.

Retomando a Berrill, éste alega que el hecho de que los violadores en grupo sean hombres no es producto de la casualidad, dado que la amenaza de sentirse rechazados o censurados por sus compañeros es motivación suficiente para que algunos jóvenes cometan violaciones.

Aunque el autor también señala a un subdesarrollo neurológico, característico de esta etapa evolutiva. El lóbulo frontal, donde se ubican las funciones de ejecución, como la distinción entre el bien y el mal, se encontraría aún en desarrollo.

Por otra parte, algo en lo que todos los autores coinciden es en señalar las drogas y el alcohol como factores que aumentan el riesgo de cometer una agresión sexual en grupo. Por otra parte, una de las características más significativas, al realizar conductas violentas de forma grupal, es que la responsabilidad por los propios actos queda diluida y no recae en uno mismo, sino en todos los miembros.

Por fin el artículo destaca que, a pesar de lo expuesto, parecen faltar argumentos que lleguen a explicar este tipo de agresiones y cabe preguntarse el peso de la cultura tradicional, patriarcal y machista, en la comisión de este tipo de delitos, ¿son un intento de demostrar la superioridad masculina? ¿Una tentativa de someter a la mujer? Expertas en violencia de género abogan por esta hipótesis, aún así, nos encontramos ante un fenómeno con difícil explicación.