Este personaje nació del cerebro de un español bautizado en Alcalá de Henares, Madrid, en octubre de 1547.

El dueño de ese cerebro creador tuvo una vida intensa. Cuando era un niño, llevaron preso a su padre por deudas. Cuando tenía 22 años se escapó a Italia luego de verse involucrado en una situación delictiva confusa; se convirtió en soldado y participó de una batalla (la de Lepanto) que lo dejó inútil de una mano.

Antes de los 30 fue detenido en Argel junto a su hermano y permaneció allí cinco años hasta que llegó el dinero para el rescate. Volvió a España, trabajó de recaudador, pero un día las cuentas no le cerraron y en 1597 fue preso otra vez.

Allí, en la cárcel -que pudo haber sido la de Sevilla, la de Argamasilla o la de Castro del Río- nació el personaje inmortal.

Miguel de Cervantes Saavedra creó a Don Quijote.

El personaje épico nació en 1605 cuando Cervantes publicó “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. 

Para dimensionarlo, acudimos a Borges: “Una de las cosas felices que me ocurrieron en la vida fue conocer a Don Quijote”.

Alonso Quijano, un noble empobrecido de escala social baja, de unos cincuenta años, vive en una aldea de la región de La Mancha a comienzos del siglo 17. 

Su gran pasión es leer libros de caballería que cuentan aventuras fantásticas que involucran a princesas, magos, caballeros, castillos encantados, y si se hubiera adelantado algunos siglos, hasta el estadio Bernabeu recibiendo la final de la Copa Libertadores de América.

Don Alonso se creyó el muchachito de la película. 

Confundió realidad con ficción. 

Recuperó una vieja armadura, sacó del establo a su viejo caballo al que rebautizó como Rocinante y le puso carne y formas a un antiguo recuerdo de una campesina de la que había estado enamorado convirtiéndola en la bella Dulcinea del Toboso.

Se hizo llamar Don Quijote.

Su vida empieza con una frase: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”. 

Ese es el comienzo del texto que escribió Don Miguel, que en los primeros capítulos se hace nombrar en una charla entre un cura y un barbero: “Mi amigo Miguel de Cervantes escribió La Galatea. Es más versado en desdichas que en versos ”, dice el barbero.

Pero volvamos al Quijote. Cervantes lo describió:  “Es un hidalgo de los de lanza, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Tiene 50 años, de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza ”.

Comienzan las aventuras

La primera salida la hizo por los campos de Montiel, se subió a Rocinante y marchó a combatir a los malos. 

El caballero andante volvía de sus hazañas imaginarias al grito sagrado de “Oh, princesa Dulcinea, señora de este cautivo corazón”.

Don Quijote, el dueño de los castillos en el aire

Recuperado de su primera aventura, pidió a un labrador vecino suyo que se convirtiera en su escudero.

Ese hombre de bien, pero con poca sal en la mollera, fue convencido a fuerza de promesas.
Se llamaba Sancho Panza.

Con la promesa de convertirse en gobernador de una ínsula, dejó a su mujer y sus hijos y se fue a vivir aventuras con don Quijote.

Los molinos

Iban de camino y se cruzaron con 30 ó 40 molinos de viento.

Dijo el Quijote: “Ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren 30 y pocos más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla”.

-¿Qué gigantes?, preguntó Sancho.

-Aquellos, los de los brazos largos.

- No son gigantes, son molinos de viento.

-Ellos son gigantes y si tienes miedo quítate de ahí y ponte en oración.

Y arremetió al grito de “No huyan cobardes y viles criaturas, que es un solo caballero el que os acomete”.

Volvía a casa magullado por chocar contra las paredes de la lógica, por no poder escapar de los malentendidos de la realidad.

Vivió muchas otras aventuras: atacó un rebaño de ovejas creyendo que era un ejército, tuvo un duelo a espada con un vizcaíno, liberó a unos reclusos que después lo atacaron, encontró una palangana de barbero y creyó que era un yelmo mágico. 

Don Quijote decidió, además, irse a vivir a lo alto de una montaña como penitencia para merecer el amor de su dama. En esa historia, sus “mejores amigos” -un cura y un barbero- lo engañaron y lo llevaron a su aldea dentro de una jaula.

En la segunda parte de la obra, Don Quijote salió de correrías nuevamente con Sancho. 
A propósito, lo de “ladran Sancho, señal que cabalgamos” jamás fue escrito por Cervantes. Fue extraído de un poema de otro autor. 

Don Quijote fue en la segunda parte un personaje tratado con más respeto: logró tener algún éxito en sus aventuras y se volvió más reflexivo y consciente de sí mismo. Sancho, por el contrario, se enfatizó como un soñador. 

Los personajes con los que se encontraron ya los conocían porque habían leído el primer libro, y quisieron sacar provecho.

Unos duques los acogieron en su palacio para reírse de ellos. Le hicieron creer a Don Quijote que Dulcinea y él estaban bajo un hechizo de Merlín y nombraron a Sancho “gobernador” para cumplir una promesa que le había hecho su señor. 

Don Quijote y Sancho llegaron a Barcelona, en cuya playa Don Quijote fue derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, en realidad uno de sus amigos disfrazados.

En batalla, contra el Caballero de la Blanca Luna
En batalla, contra el Caballero de la Blanca Luna

Fue entonces, cuando el protagonista de la historia, desengañado, volvió a su aldea a pesar de que Sancho le pidiera por nuevas aventuras.

Llegó enfermo y, justo antes de morir, recuperó la razón. Murió pidiendo perdón a todos por sus locuras.

“Yo fui loco, y ya soy cuerdo. Fui Don Quijote de la Mancha, y soy ahora, Alonso Quijano el Bueno”. Escribió un testamento dejando sus pertenencias y tres días después murió. 

Aquel hombre de las utopías, de creer en lo imposible, de crear un mundo imaginario, fue el protagonista de la mayor novela de todos los tiempos.

Elegida casi unánimemente como el punto más alto de la literatura de ficción y después de la Biblia, la obra más traducida de todas las épocas.

Miguel de Cervantes Saavedra fue el padre de Don Quijote.

A los 58 años alcanzó la gloria con su obra, pero nunca recibió demasiado dinero por ella. El Quijote llegó a vender 500 millones de copias cuando don Miguel ya era un simple recuerdo.

Cervantes murió el 23 de abril de 1616 en Madrid.

Fue el autor, además, de una mentira atroz cuando contó en su obra la muerte del Quijote.
Muy por el contrario, recién estaba naciendo.

Alonso Quijano, Miguel de Cervantes, Don Quijote.
Los dueños de todos los castillos en el aire.