Hijo de José Clemente Sarmiento y de Paula Albarracín, Domingo Faustino nació en San Juan el 15 de febrero de 1811, cuando todavía no se había cumplido el primer aniversario de la Revolución de Mayo.

Hizo la primaria en la Escuela de la Patria, y allí nació la leyenda de que nunca había faltado, la famosa “asistencia Sarmientina”. 

La provincia estaba complicada. El gobernador era Salvador María del Carril, que apoyó la Carta de Mayo en 1825. Esta consagraba la inviolabilidad de la persona y el domicilio, y la libertad de cultos.

A Carril lo destituyeron al grito de “religión o muerte”.

Sarmiento se mudó a San Luis y allí empezó a ejercer algo que le llenaba el espíritu: enseñar. 
Enseñó a leer y a escribir.

Poco después, volvió a San Juan para unirse a las filas unitarias, con grado de capitán. 
En 1831, los Unitarios cayeron y Sarmiento tuvo que huir a Chile.

Allí trabajó en una tienda en Valparaíso, estudió inglés y empezó a traducir obras de Walter Scott, el autor de Ivanhoe y Rob Roy.

Fue también capataz de minas e inició su tarea como periodista en “El Mercurio” y “El Nacional”. 

Como se ve, no le escapaba al trabajo.

Cinco años después, sus amigos sanjuaninos orquestaron su vuelta y allí continuó su frenética vida: fundó una compañía teatral donde fue actor. 

Escribió poesía y fundó la Sociedad Literaria en su provincia.

Formó parte de la Generación Romántica de 1837, junto a Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y José Mármol, entre otros. Eran apasionados por la libertad y el progreso, inspirados en el romanticismo inglés y francés. 

En 1839 fundó el primer colegio para niñas de San Juan. Fundó también el diario “El Zonda”, pero la política pesaba y tuvo que soportar la cárcel por una no comprobada acción de complot unitario.

Domingo Faustino Sarmiento, espada, pluma y palabra

Se salvó raspando de ser fusilado, pero fue trasladado por un pelotón a la frontera con Chile. En ese camino, en unas rocas, escribió en francés: On ne tue point les idées. 
Bárbaros, las ideas no se matan.

Luego, se dedicó a la enseñanza, ingresó en la redacción del diario “El Mercurio”, perfeccionó su francés.

En 1845 escribió varios artículos periodísticos que terminarían constituyendo su libro “Facundo, civilización y barbarie”.

Sobre la base de la biografía del caudillo riojano Facundo Quiroga, Sarmiento presentó su interpretación de la realidad política y social de la Argentina y a su vez mostró las cartas de su intenso ataque a Juan Manuel de Rosas.

Cuatro años después escribió “Viajes por Europa, África y América”, contando sus andanzas por el mundo.

Y en 1850, “Recuerdos de provincia”.

Allí dice del Restaurador de las leyes: “Rosas es el discípulo del Doctor Francia y de Artigas en sus atrocidades, y el heredero de la inquisición española en su persecución a los hombres de saber y a los extranjeros. Los tres han embrutecido el Paraguay, la España y la República Argentina, dejándoles en herencia la nulidad y la vergüenza para años y siglos”.

Y de la palabra, a las armas. Domingo se incorporó al ejército de Justo José de Urquiza para combatir a su odiado Rosas.

El 3 de febrero del 52 combatió en la famosa batalla de Caseros, donde Rosas fue derrotado finalmente.

Pero se volvió a Chile, porque no se llevó bien con Urquiza, que era federal.

El 13 de octubre del 59 participó de la batalla de Cepeda. 

Como dice correctamente su himno: con la espada, con la pluma y la palabra.

Fue nombrado gobernador de San Juan, pero sus ideas y medidas le mojaron la oreja a los caudillos. Chacho Peñaloza en La Rioja, Francisco Clavero en Mendoza y Fructuoso Ontiveros en San Luis eran los que roncaban fuerte.

Mitre, el presidente de la Nación, le confió a Sarmiento la represión de estos caudillos.

Unos hombres al mando del mayor Pablo Irrazábal asesinaron a Peñaloza y clavaron su cabeza en una pica. Sarmiento aprobó esa acción y esa crueldad le trajo serios problemas, incluida la crítica abierta de José Hernández, autor del Martín Fierro.

Sarmiento respondió imponiendo el estado de sitio en San Juan y La Rioja. Endureció su postura y no escuchó a nadie.

Es por esa época que viajó a Buenos Aires a pedir que le dejaran manejar la educación del país.
En la película de Lucas Demare, “Su mejor alumno”, estrenada en 1944, se recrea esta situación.

El sanjuanino loco, como se lo llamaba, fue al Senado a chantarles algunas verdades a los oligarcas.

Para sacárselo de encima, el presidente Mitre acordó con él una estadía en el norte. Pasó tres años en los Estados Unidos. Allí se recibió de doctor en leyes.

En medio de esto, Argentina entró en la cruenta Guerra del Paraguay. 

Lo mandaron volver para integrar una lista presidencial junto a Adolfo Alsina.

El 12 de abril de 1868 Sarmiento ganó esas elecciones indirectas y el 12 de octubre juró como Presidente de la República Argentina.

Fue un gobierno progresista, pero envuelto en sangre. Las heridas tardaban en curarse.

Para Sarmiento, la base del progreso era la educación. Reclutó 67 maestras estadounidenses y las trajo a Argentina. 

En 1869 llevó a cabo el primer censo nacional, que registró 1.830.406 habitantes en el país.
Su gobierno sufrió la fiebre amarilla y ese flagelo se llevó 20.000 vidas. Sarmiento mandó habilitar un nuevo cementerio, el de la Chacarita.

En 1874 le entregó el bastón a Nicolás Avellaneda y durante ese gobierno Domingo Faustino manejó la educación, siendo director general de escuelas. Además, convocó al primer Congreso Pedagógico Sudamericano.

En 1885 fundó “El Censor” y un año después escribió “La vida de Dominguito”, dedicado a su hijo muerto en la Guerra del Paraguay.
En mayo del 88 se fue a Asunción a enseñar a leer y escribir a los niños.

Murió a las 2.15 de la madrugada del 11 de septiembre de ese año.

CURIOSIDADES

Asombrosa facilidad para los idiomas.

Escribió Sarmiento:
“En 1837 aprendí el italiano en San Juan. En 1942, redactando El Mercurio me familiaricé con el portugués, que no requiere aprenderse. En París me encerré quince días con una gramática y un diccionario y traduje seis páginas de alemán.
He enseñado a muchos el francés, por el deseo de propagar la buena lectura”.

La familia.
En 1848, en Chile, Sarmiento se casó con Benita Martínez Pastoriza, y adoptó a su hijo, de nombre Domingo Fidel Castro, pero que pasó a la historia como Dominguito.
También tuvo una hija natural, Faustina Sarmiento, a quien declaró heredera universal.

Argirópolis
En su libro llamado así, Sarmiento soñó una ciudad construida en la Isla Martín García que fuera la capital de Argentina, Uruguay y Paraguay unificadas.

Algunas de sus frases
"Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer".
"Fui nombrado presidente de la República y no de mis amigos".
"No está prohibido que un hermano del presidente sea ministro, pero la decencia lo impide".
"Si no existieran dificultades, no habría éxitos".
"Hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela".
"Todos los problemas son problemas de educación".
Domingo Faustino Sarmiento.
La espada, la pluma y la palabra.