La oposición parece perfilada para ganar sin demasiados atenuantes, las próximas elecciones presidenciales. Pero las ambiciones personales, la búsqueda de impulsar listas de postulantes a lesgisladores del palo de cada cacique, pueden terminar perjudicando sus chances electorales.

A estas alturas, asoman nada menos que cinco precandidatos presidenciales, no todos con las mismas chances, pero si con representación de ciertos sectores de la sociedad. Por el PRO, están batallando ya hace tiempo, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, representando los sectores mas radicalizado y moderado del pensamiento opositor, respectivamente.

También sabemos, desde hace tiempo, que habrá un candidato propuesto por la UCR, que bien podría ser el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, o algún otro. Ayer, trascendió que Martín Lousteau podría cambiar su objetivo de ser Jefe de Gobierno porteño y sumarse a la pelea nacional. Pero digamos que el radicalismo tiene un solo candidato.

Por otra parte, este miércoles, Elisa Carrió anunció su candidatura por la Coalición Cívica, y Ricardo López Murphy indicó que es cierto que hay un sector liberal que quiere ser representado y que, si se lo piden, el se ocuparía de hacerlo.

Son cinco. La proliferación de candidatos podría verse como una fortaleza, en comparación con el oficialismo que no tiene idea de donde a sacar uno. Pero a su vez, la lectura que la sociedad con apoyo de periodismo, le viene dando a las primarias, puede ser muy perjudical con tanto candidato. Digamos que, como relatan algunas encuestas, la intención de voto completa de Juntos es de un 40% de las voluntades y eso se plasma realmente en las urnas.

Hipoteticemos que Carrió suma un 3% de esos votos, López Murphy que tiene un público liberal hoy en boga, un 7%, y, para no aparentar preferencias, el candidato radical y los dos del PRO empatan o sacan similar cantidad de votos. Hoy las encuestas dan muy parejos a Larreta y Bullrich y la UCR tiene mucha penetración en el interior y de hecho, maneja varias gobernaciones. Así que, del 30% disponible, luego de Carrio y López Murphy, alguien saca el 11%, otro el 10% y alguien mas, el 9%.

El espacio totalizaría así el 40%, pero el ganador, será un ganador ralo, con solamente un 11% de los votos, incluso sin un mando claro sobre el resto.

En la primera experiencia de Cambiemos, Mauricio Macri fue a primarias y venció a Carrió y al radicalismo, pero se adjudicó el 25% del total de votos, contra el 3% y el 2% de cada uno de sus rivales, la victoria fue clara y el liderazgo del espacio quedó definido. No parece que ese vaya a ser el caso en esta ocasión.

Ahora bien, supongamos que el oficialismo lleva dos candidatos, de los cuales uno es el actual presidente Alberto Fernández, y otro alguien que represente al kirchnerismo. El peronismo tiene una base electoral tradicional del 30% de los sufragios, y el kirchnerismo entre el 20% y el 25%. Entonces, bien podría haber un ganador en esa compulsa que obtenga el 25% del total de sufragios emitidos.

Y ahí viene la pregunta. ¿Que lectura la dará el elector al resultado?. Porque si bien Juntos en total  habrá obtenido el 40% y el peronismo el 30%, hubo un candidato con 25% y otro con 11% ganando dentro de sus espacios, de modo que el mejor oficialista habría mas que duplicado al mejor opositor.

¿Contiene todos los votos del espacio el mejor opositor para encarar la elección general o sufrirá fugas? ¿La sociedad lo leerá como un ganador o como un perdedor? Surge claro de la observación de las elecciones anteriores, no se vota perdedores. Es una cuestión de imagen.

El gran desafío de la oposición, si va a tener candidatos en demasía, es preparar un esquema comunicacional, una estrategia de diálogo con el elector, que le permita mostrar el resultado de la PASO como una enorme victoria de la democracia interna de la alianza, y alinear inmediatamente a los cuatro perdedores detrás del ganador, sosteniéndolo con alta exposición pública, especialmente la semana posterior a la PASO, para evitar dramáticas fugas.

Un entrenador de fútbol con un equipo que tiene dos goleadores de primer nivel, tiene un problema sobre a quien poner de titular. Si son tres, el problema es mas grande, pero si son cinco, tiene un despelote infernal en el vestuario que perjudica al grupo. Dependerá del espíritu de equipo de esos 5 goleadores. Juntos enfrenta ese desafío: tener una estrategia comunicacional que deje clarísimo el espíritu de equipo, porque el ganador de su primaria, va a llegar a la general, flojito de votos propios.