Continúan las repercusiones por el hallazgo, en la estancia El Algarrobo, de la localidad bonaerense de San Pedro, de al menos ciento veinte personas sometidas a la esclavitud como trabajadores temporeros a las órdenes de la empresa transnacional Nidera.

Por Continental, el subgerente regional de esa empresa defendió la política de contratación de trabajadores temporarios y afirmó que se “ajustan a lo que exige la ley”.

Reconoció que las casillas que se utilizan para alojar a los trabajadores “permiten la convivencia de hasta dieciocho personas”, pero negó casos de “superpoblación”, como denunció el fiscal de la UFI 6 de San Nicolás, Darío Giagnorio.

“Es falso que los trabajadores no puedan salir del predio en el que trabajan”, afirmó Juan Carlos Artiagoitia.

En Magdalena Tempranísimo, intentó despegar a Nidera de “el negocio que hacen los proveedores de alimentos con los contratados”, en referencia a los brutales precios que se les cobraba a los trabajadores reducidos por comida mala y a veces vencida. “La empresa está al margen” de esos manejos, aseveró.

“No vamos a polemizar con el fiscal, pero necesitamos dar a conocer la situación. Estamos en un momento del año donde se realiza la recolección del maíz. Para eso se contrata trabajadores temporarios, la mayoría de Santiago del Estero. El 100 por ciento son trabajadores registrados”, arguyó.

“Luego se los traslada en vehículos de la empresa a los campos, donde se realizan tareas durante doce a quince días. Cuando dicen que no se puede salir, tenemos casos para demostrarlo, que, en el momento que el trabajador pide volver a su lugar de origen, la empresa dispone de transporte para que pueda hacerlo”, añadió.

Sobre la presencia de menores en el lugar, se excusó con que “había mayores de dieciséis y menores de dieciocho, que la ley lo permite, y contamos con la autorización de los padres”.

Con la misma imprecisión, añadió que los temporeros “trabajan ocho o nueve horas por día, en muchos casos días corridos y luego les dan los francos compensatorios. Son jornadas de doce a quince días y luego se abonan los francos”.

“No se les descuenta transportes ni ropa”, enfatizó, al intentar despegarse de la tradicional costumbre campera de cobrar la provisión de los peones a precios exorbitantes y por productos de pésima calidad.

“La industria utiliza este tipo de estructuras para albergar a trabajadores de la actividad agraria”, concluyó Artiagoitia.