Condujo a la policía hasta el lugar donde estaba el cuerpo de la mujer sin vida; allí, tapado con cal, en un zanjón al costado de la ruta. Reconoció que la había matado y, por si fuera poco, el ADN coincidía. Pero todo ello para la justicia no cuenta y la investigación volverá a empezar. Según entendieron los jueces de la causa, la confesión del crimen fue obtenida bajo "coacción inherente"; esto es, presión psicológica.

Melina Briz, de 18 años, fue hallada muerta el 14 de febrero pasado en la ciudad bonaerense de Balcarce. La joven mantenía una relación amorosa, que su familia desconocía, desde hacía 4 años con Ariel Troncoso, un pintor de casas de 40 años.

Fuentes judiciales explicaron a Télam que lo llamativo de la causa es que no sólo quedó nula la confesión, sino todo acto procesal posterior a ella: el hallazgo del cadáver, un ADN positivo que incriminaba al imputado, la autopsia que acreditaba el homicidio y hasta el certificado de defunción de la víctima.

Con esto, para la Justicia marplatense hasta el cadáver es nulo y por lo tanto la causa volvió a foja cero como "averiguación de paradero". "Es una aberración", dijo a Clarín , el padre de la víctima, Horacio Briz.

Troncoso primero declaró que aquel viernes de la desaparición, fueron con Melina a tomar mate a las sierras y luego la dejó a una cuadra de su casa, pero horas más tarde y ante contradicciones, confesó ante la policía y en presencia de un defensor oficial que la había asesinado e indicó el lugar donde fue hallado el cadáver.

Incluso, el pintor contó que había conservado el celular de Melina y lo había arrojado en una alcantarilla frente a la comisaría, mientras esperaba declarar, lugar donde luego fue hallado el aparato.

La autopsia determinó que Melina fue estrangulada con un cinturón y que luego le cortaron las muñecas hasta el hueso para que se desangre y asegurar su muerte. Se sospecha que la asesinó cuando le dijo que lo quería dejar.