Luiz Inácio Lula da Silva afirmó que el 1 de enero próximo le entregará a su sucesora, Dilma Rousseff, un Brasil preparado para convertirse en la quinta economía del mundo.

"A 28 días del final de mi mandato puedo decir que estoy satisfecho con lo logrado. No resolvimos todos los problemas de Brasil pero dimos pasos importantes para solucionar cosas que parecían insolubles", agregó el presidente brasileño, quien deja el cargo con una popularidad récord y tras haber garantizado la elección de Rousseff, una candidata desconocida y que escogió a dedo para sucederlo.

En un tono bastante eufórico, Lula pasó por encima de sus conquistas sociales, como los 15 millones de empleos formales generados en ocho años y los 30 millones de brasileños que ascendieron de la clase baja a la media, para poder enfatizar las condiciones que hacen de Brasil una potencia económica.

"Vivimos un momento mágico que no es pasajero. En mi opinión va a tener una duración a mediano y largo plazo", afirmó el gobernante al referirse al actual crecimiento de la economía brasileña, que puede llegar al 7,5% en 2010 y mantener el impulso en los próximos años.

El jefe de Estado afirmó que tres de las mayores hidroeléctricas en construcción actualmente en el mundo están en obras en Brasil y podrán agregarle al país un potencial de generación adicional de 18.000 megavatios.

Dijo igualmente que tres de los mayores ferrocarriles en construcción en el mundo también están en obras en Brasil, así como cuatro de las mayores refinerías de petróleo del planeta.

"La mayor inversión en la industria petrolera hoy en el mundo es la hecha por Brasil. Son 224.000 millones de dólares en inversiones hasta el 2014", dijo.

"Son datos que garantizan que Dilma (Rousseff) va a asumir Brasil andando a 120 kilómetros por hora. No estará con el carro parado en el estacionamiento y con la batería quebrada. Ella puede acelerar un poco y llegar hasta 140 kilómetros por hora o puede mantener la actual velocidad. Lo único que no puede es salirse de la ruta", agregó.

"Antes apenas se hablaba de Brasil cuando había un Mundial de fútbol o cuando llegaba el Carnaval. Ahora se habla siempre de Brasil, de su economía y de su papel en el mundo. No hicimos todo lo que queríamos pero hicimos más que en cualquier momento en el país. No existe comparación con otros gobernantes y quiero que Dilma (Rousseff) haga más", aseguró.

Lula dijo que su mayor decepción fue no haber conseguido aprobar algunos marcos reguladores necesarios para permitir que Brasil, que tiene una "poderosa máquina de fiscalización", también pueda contar con una "poderosa máquina de ejecución".

Admitió que envió dos propuestas de reforma tributaria al Congreso tras haberlas discutido y consensuado con los gobernadores regionales, los empresarios y los trabajadores, pero que un "enemigo oculto" impidió su aprobación en el Congreso.