Uno de los principales objetivos políticos de Vladimir Putin en su invasión a Ucrania, es evitar que ese país se una a la OTAN, y esto lleve el despliegue militar de la alianza Occidental a las mismas puertas de Rusia. El país de los zares, histórico desconfiado de este lado del mundo, ha gozado, desde el establecimiento de la Unión Soviética, hace ya mas de un siglo, de un colchón de países  entre su terrotorio y los países "enemigos", y no está dispuesto a ceder ese colchón.

Todos aquellos países que la Unión Soviética colocó detrás de la llamada "cortina de hierro", servian para mantener a Rusia lejos de Europa Occidental. Así, si por ejemplo Alemania pretendía invadir Rusia por tierra, debía atravesar Polonia y luego Bielorrusia o Ucrania. Hoy las cosas han cambiado, pero no las ambiciones rusas a ese respecto.

Siguiendo con el ejemplo, Polonia, se incorporó a la Unión Europea y también a la OTAN. El colchón se angostó. Entonces si Ucrania se incorpora a la alianza militar Occidental, sus tropas estarán en la mismísima frontera rusa. Lo mismo ocurriría si Finlandia se incorpora, país que es directamente lindero con el que administra Putin. 

El riesgo de ambas cuestiones es enorme, no solamente para los rusos, también para Occidente, porque cualquier chispazo fronterizo conduciría a una guerra mundial. 

Ahora bien, el refuerzo militar de la OTAN a la frontera con Ucrania, no le sirve para nada al país que lidera Volodymyr Zelenski, porque no implica para sus fuerzas un apoyo militar, e incrementa la obligación absoluta de Rusia de terminar su trabajo, olvidar cualquier negociación de paz posible, derrocar a un gobierno que se ha mostrado occidentalista y colocar una administración prorrusa que haga funcionar a Ucrania  como territorio tapón, para mantener alejada a la OTAN de Rusia, porque de otro modo, si pierde la guerra o llega a un acuerdo de paz poco conveniente, tendrá a Occidente en sus propias fronteras, algo que hace mas de un siglo no ocurre.

Esta distancia, que generaron esos países colchón, fue lo que permitió que existiese el siglo pasado, una guerra fría y no una conflagración militar directa. Hoy, nadie parece entender que sin un acuerdo político que mantenga la distancia, el mundo está en un enorme riesgo.