La segunda vuelta de las elecciones presidenciales egipcias comenzó este sábado en medio de altas temperaturas y el descontento popular, sin Constitución y sin Parlamento, disuelto por el Tribunal Constitucional. Estos comicios son para elegir al primer presidente democrático tras la caída de Hosni Mubarak.

Unos 52 millones de egipcios con derecho a voto deben elegir entre Ahmed Shafik, un hombre del régimen ya que fue alto funcionario de Mubarak y cuya candidatura fue confirmada el jueves, y Mohamed Mursi, representante de los poderosos Hermanos Musulmanes, amplios ganadores de las elecciones legislativas anuladas por el Tribunal Constitucional.

Después de que el Tribunal Supremo disolviera inesperadamente el jueves el Parlamento, elegido hace apenas cuatro meses, muchos egipcios hablan de un golpe de Estado militar. La decisión de los jueces cuestiona la agenda política del país, que prevé que el Consejo Militar renuncie a finales de junio y entregue el poder a representantes del pueblo elegidos en las urnas.

Los comicios concluirán mañana y los primeros resultados se esperan para la noche del lunes.

Sin presidente, ya que tras la caída de Mubarak asumió el poder el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, y sin Parlamento, el país más poblado del mundo árabe buscará regularizar una situación que tiene muchos claroscuros tras la denominada "primavera árabe" que logró acabar con el régimen pero no llegó a plasmar una verdadera revolución.

Mursi, un ingeniero de 60 años graduado en Estados Unidos, obtuvo en la primera vuelta -celebrada el 23 y 34 de mayo- el 24,7% de los votos. Consciente de que necesita ampliar el apoyo netamente islamista, Mursi aseguró que en caso de resultar electo mantendrá las libertades adquiridas en la "revolución", no impondrá a las mujeres el uso del velo y que garantizará derechos de la minoría cristiana en el país.

Sin embargo, sus alocuciones las comienza "en el nombre de Dios" y hace permanentes referencias a la "sharía" (ley islámica) y a un proyecto de un renacimiento islámico en todas las áreas.

Shafik, quien obtuvo el 23,6% de los votos, aprovecha la condición islamista de su rival para lanzar toda su artillería, denunciarlo como "un peligro" y asegurar que su triunfo pondría a la nación "en riesgo". Este general de la Fuerza Aérea retirado, centra su campaña en la idea de que con él vendrá una época de cambio, que mejorará la educación, salud, la investigación científica y los sueldos, además del combate a la corrupción.

Ambas opciones, sin embargo, distan en gran medida del sueño de los centenares de miles de egipcios que se manifestaron desde enero de 2011, en una rebelión que en dos meses de enérgicas protestas puso fin a un régimen de casi tres décadas, y cuya división partidaria entre sectores liberales e izquierdistas propició que ninguno de sus candidatos pasara al balotaje.