Por muchos y muy notables papeles que haya hecho en teatro y en televisión, toda una generación la recordará como la hermana mayor de Claudio García Satur en Rolando Rivas, taxista (1972). Esa solterona de voz ronca y mirada fuerte, capaz de proteger a su adorado “Rolo” de casi todo, menos de los dolores del amor, se convirtió en uno de los personajes más netos de la histórica telenovela de Alberto Migré: la vecina de barrio en batón y ruleros, esa que no tiene la belleza sino la sensatez como bandera.

María Elena Sagrera murió anteayer, a los 82 años y después de cinco décadas de carrera. Como bien lo recordó la Asociación Argentina de Actores, Sagrera se había afiliado en 1950. Egresada del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, actuó en obras de teatro como El puente, de Carlos Gorostiza, y La loca de Chaillot. También realizó algunas películas dentro de su extensa y prestigiosa trayectoria, como El lado oscuro del corazón, bajo la dirección de Eliseo Subiela.

Pero el ámbito que la volvió popular y querida fue la televisión, donde participó en más de 50 programas. Fue, sin dudas, una de las actrices favoritas de Alberto Migré. El autor había llegado a un reconocimiento en la industria que le permitía elegir sus elencos y, según contó en algunas entrevistas, muchos de los papeles de sus novelas fueron diseñados pensando específicamente en el modo de actuación de algunas intérpretes, entre las que habitualmente se encontraba Sagrera.

Después de haber actuado en Su comedia favorita, en 1965, y al año siguiente en el folletín de época Tres destinos (junto a Graciela Borges, Elsa Daniel y María Aurelia Bisutti), María Elena tuvo su debut para Migré en la telenovela Adorable profesor Aldao, a la que seguiría, en el 68, Inconquistable Viviana Hortiguera, antes de que le llegara el gran personaje de Noemí, en Rolando ... Entre esas novelas, María Elena también incursionó en una historia de terror, una de las inolvidables de la tele argentina: aunque nunca se la veía, hizo la voz de Ekaterina Hansen en El hombre que volvió de la muerte, obra maestra de Narciso Ibáñez Menta.

Tu rebelde ternura, Dos a quererse (otra vez con la dupla Migré-García Satur), El tema es el amor, Un mundo de veinte asientos (otra pieza ineludible en la historia local del género, con Claudio Levrino y Gabriela Gili), le siguieron dando un rol no protagónico, pero siempre imprescindible en el rubro.

A principios de los años ‘80, Sagrera fue reclamada por otra televisión, la que empezaba a vislumbrar la apertura democrática e intentaba temáticas más crudas o comprometidas políticamente. Así, participó del ciclo histórico Hombres en pugna, y más tarde también de Nosotros y los miedos, la serie de unitarios que marcó un hito en la tevé.

Los años ‘90 la encontraron muy activa, con títulos como Tres minas fieles, Con Alma de tango, Gasoleros, Mamitas y la que sería su última aparición en una tira, entre el ‘99 y el 2000, como una de las señoras de barrio (junto con Diana Maggi y Mabel Pessén) en Buenos vecinos.