La larguísima espera por ver a uno de los mayores hitos del pop mundial terminó. Madonna, con su MDNA Tour, subió al escenario que estalló en brillos multicolores al igual que los corazones de los fanáticos que la esperaban desde hacía tiempo.

El show comenzó con retraso a las 23,20, al punto que el público que había llegado a las 20 empezó a ponerse muy impaciente sin ahorrar cánticos y abucheos contra la diva. Al final, Madonna apareció con un espectáculo imponente.

En esta tercera visita a la Argentina, Madonna no perdió un ápice de lo que la ha caracterizado en toda su carrera: espectacularidad, sensualidad y, sobre todo, un gran estado físico. No paró de moverse. El show, calculado al milímetro como suele acostumbrar Madonna, es una síntesis erótica, violenta, caótica, precisa y crítica de nuestros usos y costumbres, contada en dos horas, 20 canciones con coreografías y una puesta impactante.
 
Nada queda librado al azar. Del primero al último tema. Allí donde la tecnología nos hace abrir la boca está la inteligencia de la protagonista para mantenernos en estado de alerta. "Oh my god, oh my god" fueron las palabras más escuchadas de la cantante sobre el escenario. Los fanáticos no lo podían creer. Desde Vogue, quizá su álbum bisagra, Madonna mantiene un lazo fuerte con cierta extravagancia social que ve en ella la libertad de hacer lo que quiere.Anoche el público fue muy distinto: mucha gente entre los treintas y los cuarentas de estilo muy convencional.


Una vez más, la "chica material" mostró a su gente una batería de hits a prueba del paso tiempo y la edad de sus fanáticos.