En su segunda visita a la Argentina, Regina Spektor logró sacudir el frío de una noche otoñal en el estadio GEBA y demostró que su formación de pianista clásica en un conservatorio ruso en tiempos de la Perestroika y su dulce registro de voz robustecido durante su adolescencia en el Bronx neoyorquino no sólo se llevan bien con los lugares cerrados.

Regina necesitó apenas dos minutos y catorce segundos para superar ambos desafíos: de pie, a capela, la chica de labios rojos inauguró su sesión de hipnosis con “Ain´t no cover”, un lado B poco conocido.

Después encadenó 26 canciones en poco menos de dos horas que fueron como un largo bis a cielo abierto, con ella al frente del fogón desde su piano de cola para disfrute de una audiencia que colmó el lugar.

El público argentino tuvo que esperar bastante para volver a verla desde su primer paso por Buenos Aires en 2010, cuando llenó dos Gran Rex, y también para que el sábado a la noche saliera efectivamente a escena casi una hora después de lo anunciado.

Pero apenas apareció con su vestido dorado de mangas cortas, Sepktor dejó en claro que venía a divertirse: arrancó sin más acompañamiento que sus dedos tamborileando sobre el micrófono, y le recordó al estadio cómo era aquello de fusionar canciones de cuna con sus influencias del pop, el jazz, el folk, y la música rusa; cómo era aquello de mezclar a Billy Holliday con Fréderic Chopin y con Tom Waits.

La excusa de la gira fue la presentación de “What we saw from the cheap seats”, su sexto álbum de estudio, lanzado en mayo de 2012. Pero, como corresponde, ella paseó por toda su discografía junto a su particular banda sin bajo ni guitarra.

Luego de “Ain´t no cover”, se sentó frente al piano de cola negro y fue el turno de “The Calculation” y “On the radio”. Su último disco apareció con “Small town moon”, el tema que abre la placa, donde Regina sumó el taco de su zapato de tap a la percusión.

“¿Tienen frío? Yo también, pero es divertido; es más divertido el frío que el calor”, dijo la cantante nacida en Moscú en 1980 mientras se frotaba las manos. Luego tocó “Ode to divorce”, “Patron Saint”, y “How”, una joya del último disco que enmudeció al estadio y que está claramente destinada a convertirse en clásico.

Enseguida se lució con una de sus canciones más potentes, “All the rowboats”, con una intro de batería a lo Mac Phanton que ella misma tocó con el aire de sus cachetes.

“Blue lips” volvió a ubicar el concierto en el terreno de las baladas, con el interesante aporte rítmico de la banda integrada por el baterista suizo Matías Kunzli, el cellista Yoed Nir y el tecladista Brad Whiteley.

Y luego fue el turno para que Spektor recordara que antes de mudarse en 1989 a Nueva York con su familia, las melodías eslavas habían calado hondo en sus oídos: interpretó sola al piano una versión en ruso del tema “The prayer of Francois Villon”, una pieza compuesta por el artista soviético Bulat Okudzhava, incluida sólo en la edición de lujo de su más reciente último álbum.

Spektor dejó el piano e invitó al escenario a Jack Dishel, cantante y guitarrista de la banda neoyorquina Only Son. Dishel había oficiado como soporte mientras el estadio se llenaba, y en su presentación solista había aportado como detalle el acompañamiento exclusivo de su Ipad. “Mi banda -explicó- vive en Nueva York, así que esta noche mi Ipad será mi banda”. Junto a Regina, en tanto, interpretó el tema compuesto por ambos, “Call them brothers”.

Sepktor siguió con “Dance anthem”, su sensual clásico “Better”, y una exquisita versión de “Ne me quitte pas”, un homenaje a la “chanson” francesa que fue corte de su último trabajo. La lista continuó con “Firewood”, “Eet”, “Oh Marcello” - tema con el que sumó a su repertorio políglota algunas palabras en italiano-, “Balad of a politician”, “Tha call” y “Sailor song”.

Y aunque estaba claro que la dama había entrado en calor luego de casi 20 canciones, antes de continuar con “Folding chair” un asistente colocó un caloventor debajo del piano, junto a sus pies.

“Open” y “The party” cerraron el set principal, y pocos minutos después, esta vez abrigada con un oportuno blazer negro, Regina selló la noche con “Us”, con su hit “Fidelity” -aquel del video con planos ajedrezados en el que silabea repetidamente las desventuras de su corazón roto-, con una accidentada “Hotel song” -debió comenzarla de nuevo porque simplemente se perdió (“sorry, technical issues”)-, y el punto final fue con “Samson”, aquella balada perfecta aparecida en su cuarto álbum.