Cuando encaramos los 10 episodios que conforman esta primera temporada de “Them” (está primera entrega se titula “Covenant”) podemos remitirnos a la obra de Jordan Peele  o a “Lovecraft Country” (también producida por Peele) porque nos lleva a la dolorosa realidad del racismo en los Estados Unidos, antes y ahora, y enmarca en la violencia injusta de los supremacistas el terror que tiene condimentos sobrenaturales pero cuyo principal ingrediente es la sociedad intolerante y discriminatoria. El terror que surge de las actitudes rutinarias y el miedo de que todo lo que sucede parte de gente común y corriente. 

Esta es la historia de una familia negra, los Emory, que llegan a un barrio de Los Angeles en los años 50, abandonando los trágicos sucesos que tuvieron que vivir en el sur del país. Compran una casa convencidos de que las leyes de segregación ya no existen en California pero deben convivir con los vecinos de ese barrio que siguen siendo tan racistas como antes.

A esto se suman una serie de fuerzas malignas y sobrenaturales que persiguen a la familia y cada integrante debe enfrentar.  De cara al terror real y fantástico, los Emory, son acosados por los prejuicios y agresiones que los rodean y por los sucesos perturbadores que los persiguen. Es cierto que la serie no aporta ninguna visión novedosa, ni particularmente creativa, sobre el racismo pero no por eso pierde fuerza un relato que se mantiene vigente a través de las décadas. Así la definió su creador y showrunner, Little Martin : “Creo que es un espejo de lo que ha ocurrido en el pasado y también un reflejo del presente”. 

El terror hace que un tema tan duro como el racismo sea más fácil de ver para la audiencia mezclando los terrores más reales con las sombras de los pasillos o lo que acecha en el sótano. La serie provoca un rechazo casi físico a las situaciones que debe vivir la familia sobre todo en las escenas protagonizadas por los niños que tienen una marca muy particular.

Técnicamente la serie es impecable, con una puesta en escena muy cinematográfica (la ambientación es excelente), una gran fotografía y un gran manejo del color. El uso de la música es notable, deliberadamente anacrónico utiliza temas de los años 70 (la serie marca la acción en 1953) le da a las imagines un estilo distintivo.

En definitiva otra muestra de “terror social” que engancha capítulo a capítulo, una buena opción para un género que se ha ganado un lugar importante tanto por su temática como por la calidad de sus exponentes.