Dueña de una voz mágica que encandila y emociona, de trayectoria impecable, se prepara para hacer dos conciertos donde compartirá muchos de sus éxitos en versiones totalmente renovadas, como así también otras canciones que ella ama y disfruta cantar. Patricia estará acompañada por su maravillosa banda de siempre, su hija Marta Mediavilla en coros, pero hay algo que la tiene muy entusiasmada.

“Soy la portadora de un don, soy la custodia”

“Estoy muy emocionada con “Sinfonía Pop Rock”, los dos shows que daré en el Teatro Opera el 9 y 10 de junio, porque esta vez toco con una sinfónica especial. Estaré acompañada por la Sinfónica Aeropuertos 2000, compuesta por jóvenes músicos entre 17 y 22 años que han tenido una historia de superación y dedicación por la música. Nunca había tocado todo mi repertorio con una sinfónica. Si bien participé de espectáculos con la Sinfónica Nacional, la del Colón y la Sinfónica Nacional de España, siempre fueron una o dos canciones, pero esta vez es todo mi repertorio. Cuando me propusieron tocar con la Sinfónica Aeropuertos 2000, me pareció maravilloso hacerlo porque son chicos jóvenes que vienen de historias muy vulnerables. Los que cambiaron un no puedo por un . Lo patrocina Eduardo Eurnekian y la verdad es que yo no sabía que tenía esa orquesta. Vienen chicos que desde la escuela primaria están intentando tocar, estudian, les compraron instrumentos, demostraron su vocación por la música, les pagaron los estudios y apenas salieron de ahí, los incorporaron a la Sinfónica. Muchos de ellos ya están en el Conservatorio Nacional. Personas que no tenían la posibilidad de elegir y sin embargo, lograron convertir la vocación en un sueño real. Cuando tocamos y ensayamos y nos miramos todos, ellos miran la partitura. Subir con ellos a un escenario, y aparte con mi banda, es algo muy movilizador. Todos salimos del área de confort. Tocar rock con una sinfónica es una cosa absolutamente diferente. Te pasa por encima. Somos cincuenta y uno arriba del escenario. ¡La música nos pasa por encima!

-Hay una anécdota genial de cuando hiciste un show en el Gran Rex y no paraban de tocar, mientras Oscar, tu marido, estaba al borde del colapso…

-¡Uy, sí! A mí me gusta hacer espectáculos completos y el espectáculo más largo que di duró tres horas cuarenta y cinco en el Gran Rex. Mi baterista me decía ¡me duelen los brazos! Pero la gente pedía más. Si no toco todas las canciones me quedo con ganas. Recuerdo que Oscar, con un sándwich en la boca, al lado del monitorista, me decía: «Cerraron todos los estacionamientos, terminá de tocar» Y el público y yo estábamos al palo. Yo hubiera seguido porque tengo repertorio para hacer muchas obras. En este show va a ser más acotado porque si no me rajan.

-En la última entrega de los Premios Carlos Gardel, Trueno se llevó el de Oro. ¿Qué opinión te merecen los artistas urbanos?

-La música urbana tiene exponentes que son muy valiosos y disfruté mucho de que Trueno haya ganado el Gardel de Oro porque es un gran artista, como Wos, Thiago y PZQ. Hay otros a los que no les entiendo absolutamente nada, no sé si tienen una papa en la boca… parecen centroamericanos. Estoy mayor, no entiendo y me siento de otro palo. Los que nombré primero, muestran una realidad social que no la tenemos tan pegada como ellos. Hay pibes que hacen un duro sacrificio por salir adelante. Pero también veo en los intérpretes que te nombré, que hablan de amor y usan las metáforas de los poetas, cosas que estábamos olvidando y eso me gratifica mucho. En cuanto a las chicas, Cazzu es maravillosa pero en algunos casos veo mucho perreo, mucho te la pongo y te la saco, o mucho te espero en la cama, ¿viste? Y la verdad, eso ya me parece absolutamente vintage. Quizás, a los pibes nuevos les parece revelador, pero a mí me parece antiguo; es más, las mujeres hemos luchado tanto por tener un lugar sin ser solamente un objeto, que pasar de nuevo por ahí me parece un aburrimiento.

-Hablemos del "Templo de la Voz".

-La idea de hacer el Templo de la Voz se me ocurrió después de participar en el reality Soñando por Cantar, porque veía tanta gente, tanta gente maravillosa, cantó el pueblo ahí, ofreciendo lo suyo y otra tanta queriendo convencer. Claro, es un concurso, pero cantando para el afuera. Y el secreto es cantar para adentro, cantarse para uno. Es la única manera de sacar sentimientos genuinos. Entonces, yo siempre decía que, bueno, que nuestra voz habita en un templo, que es nuestro cuerpo y tenemos que enseñarle a vibrar junto con el sonido que nosotros largamos. Por eso un día la llamé a Valeria Steffen, que fue la asistente de mi maestro Norberto Massa, y es una profesora de canto y una fonoaudióloga maravillosa, y le ofrecí que nos asociáramos. Ahí formamos el templo de la voz, donde hay mucha gente, mucha gente que no quiere, a lo mejor muchos sí quieren ser cantantes y se les da el entrenamiento para eso; otros no, otros lo hacen como terapia, lo hacen para sacar emociones, es una manera de capitalizar todos los sentimientos ahí, ponernos en la voz es algo lindo. Y a lo largo de los años, también se convirtió en un lugar de pertenencia, tipo club social, porque llego y veo tomando mate a alumnos que no tienen clase. Y se quedan ahí en el barcito y digo ¿qué hacen acá si hoy no tienen clase? No, vinimos a charlar y qué sé yo, viste, y hay mucha gente, sobre todo de todas las edades. Nosotros tenemos clases para niños, pero también las clases para adultos, la mayor tiene 84 años. Entonces, veo que los une la pasión por cantar, por unirse, por generar buenos sentimientos. Y además se enseña mucha espiritualidad ahí. Ahí se convive con la espiritualidad.

“Soy la portadora de un don, soy la custodia”

-Tu voz estimula los sentidos, es mágica, sanadora. Fue impresionante verte cantar el Himno en lenguaje de señas.

-Yo descubrí que soy la portadora de un don, soy la custodia. No es mía, me la otorgaron y yo la cuido. No puede existir el ego. Yo no me puedo agrandar y decir que canto espectacular. Soy una guardiana, una custodia y me doy cuenta porque mi voz escapa a diferentes lugares donde se necesita sin mi permiso. Mi voz se metió en quirófanos y hospitales cuando estaba el COVID y en el Impenetrable chaqueño cuando pedían ayuda al dios del fuego. Me siento muy halagada y muy responsable por el don. Cuando hacemos espectáculos, me doy cuenta de que cuando empiezo a cantar ocurre algo con la gente. Nos hermanamos en un sonido y en una vibración. Y me doy cuenta de que tengo que seguir agradeciendo porque mi misión es comunicar por intermedio del canto. Me tomo muy en serio lo que canto y lo que digo. Es mi vida, mi vehículo de comunicación con la gente. Y cuando veo a esa gente que está ahí en la platea tratando de seguir un concierto y cierra los ojos y sonríe, llora, se agarra de las manos, se agarra la cabeza, veo muchas cosas y entonces me emociono y agradezco. A  veces hasta me desmaterializo, yo cierro los ojos y es como que no tengo cuerpo. Yo soy solamente audio, el resto es un vestido.

-Imagino que cantar frente a las Pirámides de Egipto fue una experiencia inolvidable, ¿no?

-Ni en mis sueños más locos lo hubiera imaginado ni se me hubiera ocurrido. Canté delante de las tres pirámides y apenas me di vuelta, las pirámides estaban iluminadas y me dije: “Dios mío, algo bueno habré hecho”. Pero sabía que estaba cumpliendo con una misión. Yo fui con un maestro que se llama Matías de Stéfano. Ese día, el 22 del 2 del 22 había que terminar la apertura de un portal que nos acercaba a la cuarta dimensión. Se hizo en distintos puntos del planeta. Los puntos energéticos ya estaban asignados y el maestro De Stéfano tenía que hacerlo ahí en Egipto. La cuestión es que ahí, en ese lugar, no se permite hacer recitales. Tenés que tener un currículum grande, ¿viste? Y había que vibrar con las voces. Entre canción y canción estaban los chicos mantreros, los que dicen los mantras, entonces parecía como un enganchado de un tema con el otro. Las voces tenían que vibrar. Llegó gente de todo el mundo que no me conocía y terminamos cantando todos juntos. Yo les enseñaba un coro y cantaban a viva voz porque sabían también que la misión era vibrar. Y ese día lo conseguimos. Entrar en la cuarta dimensión, para que sea más fácil, significa que el más allá está más acá, para acercar un poco el cielo a la tierra.

-El paso del tiempo es inevitable ¿Cómo sobrellevás el tema de la muerte? ¿Qué pensamientos aparecen?

-A veces se me cruzan pensamientos. Cuando uno va creciendo, el pensamiento de la muerte es como inevitable pero no le tengo miedo. Quizás sí a la enfermedad, a los dolores físicos, por eso trato de llevar una vida muy sana como lo hice desde chica, no fumé ni un cigarrillo. A esas cosas le tengo respeto pero el tiempo va pasando y uno es materia. Lo único que tiene de malo el paso del tiempo es que degrada la materia y eso uno lo va a tener que vivir. Hay que intentar sacar el miedo, porque el miedo paraliza y la manera de afrontarlos es teniendo proyectos. Escribí una frase en una canción que dice: “Ya no le escapes al tiempo… llegará igual”.

-Tu historia de amor con Oscar Mediavilla merece un capítulo aparte.

-¡Uy, sí! Estamos juntos desde los dieciséis años y tenemos una historia muy hermosa para escribir. Con sus altibajos, con peleas y reencuentros y un divorcio muy particular. Pero cada uno es sostén del otro. Lo más hermoso es cuando llega la noche y apoyás la cabeza en el hombro del ser amado y te quedás ahí, calladito y sabés que estás en tu hogar y a él le pasa lo mismo. Los abrazos nuestros son fuertes, profundos e interminables. En tantos años compartidos, hay mucha historia de vida, dolores, fracasos, logros y éxitos, ¡una historia hermosa! Es el amor eterno, es el amor para siempre. Calculo que viene de otras vidas y ojalá siga porque nos fue muy bien.

-¿Con quién tenés un café pendiente?

-La verdad es que no tengo nada pendiente con nadie porque soy muy de decir las cosas. Con mis padres y mi hija compartíamos largas charlas mientras mateábamos, no dejo las cosas para mañana. Mi papá ya no está pero no me quedó nada pendiente con él. Siempre me ilusiono cuando pienso en tomar café con mis amigas, nada mejor para las mujeres que tener amigas mujeres, porque nos miramos a los ojos y desnudamos el alma, no hablamos ni de autos ni de fútbol ni de minas, hablamos de hijos, de padres, del paso del tiempo. Me gusta mucho juntarme con mis amigas así que todos los días tendré cafés pendientes con ellas.