“Deadwater Fell” transcurre en una pequeña ciudad de Escocia, una comunidad en la que todos se conocen y mantienen relaciones de distinto vínculo, y nos pone frente a una historia en la que, detrás de una fachada de normalidad, nada es lo que parece.

Una de las principales virtudes de este thriller es que nos propone personajes normales con problemas habituales que viven y se desarrollan en una localidad ficticia llamada Kirkdarroch. Allí viven Tom Kendrick (interpretado por David Tennant, que demuestra la versatilidad que tiene para realizar de manera convincente cualquier papel) que es el médico de atención primaria de la ciudad, su esposa y sus tres hijas.

Sus mejores amigos son la pareja que conforman uno de los policías de la ciudad y su esposa que es la maestra de las niñas en el colegio local, así como de los dos hijos de su pareja. Con ellos participan de las festividades locales, cumpleaños y celebraciones… todo hasta que una noche se desata un incendio en la casa del doctor y sólo Tom sobrevive.

La tragedia golpea a todo el pueblo y en medio del dolor se desatan una serie de  especulaciones acerca de la culpa y las responsabilidades.

A partir de acá en los cuatro capítulos que completan la serie se avanza y retrocede en el tiempo mostrándonos a todos los personajes mientras descubrimos las muecas y las ironías en esas vidas, en apariencia perfectas. Tanto la trama policial como la que se ocupa de las relaciones entre estas familias se van desenredando para ir comprendiendo las motivaciones de cada uno y generando distintas hipótesis que se van ajustando para llegar a un final en el cual se esconde una realidad enferma y oscura. 

David Tennant, histriónico y sonriente en “Good Omens” nos muestra acá un rostro distinto e inquietante en el mismo tono de la serie que se mueve en la ambigüedad. 

En definitiva, “Deadwater Fell” tiene varias virtudes argumentales y actorales para justificar el ponernos frente a la televisión que se suman a las virtudes de la ficción inglesa que no suele alargar innecesariamente las temporadas y resuelve en el tiempo justo para que sea “doblemente bueno”.