Desde que la selección argentina de básquet se enteró quien sería su rival en el debut en los Juegos Olímpicos, tras la definición del Preolímpico de Kaunas, se encendieron las alarmas. Era un partido que podía imaginarse como muy complejo, aunque nunca con el nivel de diferencia que hubo. Eslovenia despedazó a la Argentina, le ganó 118 a 100 y lo dejó en una situación muy comprometida.

El equipo de Sergio Hernández fue totalmente desbordado por su rival europeo. Perdió en todo aspecto: lo dominaron en el juego interno, externo, en los tableros y en los tiros de tres. Como si todo eso hubiese sido insuficiente, la actuación de Luka Doncic, probablemente la mejor de su carrera, fue insoportable para el conjunto nacional. El hombre de Dallas Mavericks jugó un partido absolutamente asombroso, convirtió 48 puntos, bajó 11 rebotes, dio 5 asistencias y tomó confianza para hacer cosas que no son para él tan habituales, como tapas y pases de fantasía.

El conjunto nacional estuvo totalmente errático en los tiros de tres puntos. Metió sólo 5 de 31, un 16% absolutamente condenatorio. Pero además, perdió en rebotes, tanto ofensivos como defensivos y le costó horrores generar juego. Estuvo muy lejos de la versión de enorme juego colectivo del Mundial de China, y tampoco pudo en ningún momento correr la cancha, como hizo en aquel torneo en el que fue subcampeón.

La diferencia de 18 puntos deja a la Argentina en una situación de extrema complejidad, más allá de que pudo haber sido mucho peor. Desde ya, hay muchísimo que modificar para pensar en pasar de ronda: el equipo nacional no estuvo a la altura en toda la preparación y tampoco en el debut. Pero, incluso si consiguiese cambiar totalmente su cara, podría verse condenado por el resultado del debut. El jueves a las 9.00 enfrenta a España, último campeón del mundo, y necesita ganar sí o sí.