El fútbol es terreno fértil para la superstición. Proliferan de manera permanente las cábalas o costumbres, cuestiones que hacen los protagonistas en la búsqueda de sentirse más cómodos con la energía del mundo, con un ser superior o con ellos mismos. En el deporte en general, la trascendencia de algunas frases que para cualquier trabajador casi no tendrían impacto, pueden generar un caos. Tal es el caso de Béla Guttman, quien arrojó sobre el club al que le dio toda la gloria, una maldición que ha condenado su historia.

El Benfica es el equipo más ganador de Portugal. Tiene una historia importante y como cabeza de una de las seis ligas más importantes del Viejo Continente, todo haría suponer que está en condiciones de dar pelea en la Champions League o al menos en la Europa League. Sin embargo, hace un largo tiempo que no se le da un título de este tipo.

Pero lo curioso, es que oportunidades no le han faltado. Ha esta en las puertas de un título internacional un gran número de veces y casi como una burla del destino se le ha escapado siempre, en muchas ocasiones bajos condiciones inverosímiles. Por eso, siempre se recuerda la famosa maldición.

A comienzos de los años 60’, el Benfica tuvo sus más grandes conquistas. Ganó de manera consecutiva la Copa de Campeones de Europa, el equivalente a la Champions League actual, en 1961 y 1962. A aquel equipo lo entrenaba el mítico húngaro Guttman, un mediocampista central que tuvo algunos éxitos como jugador en la década de 1920, pero que se destacó realmente como director técnico. Ganó campeonatos con el San Pablo y con Peñarol en Sudamérica e incluso dirigió a Quilmes en Argentina, aunque sin gran éxito.

Tras la obtención de su segunda Copa de Europa como DT, se le vencía su contrato y debía renovarlo. Cuentan las crónicas de la época que para lo que se estilaba por entonces, pidió una suma muy importante de dinero. En el Benfica estaban obnubilados con las estrellas que tenían dentro del campo de juego, entre las que sobresalía la figura de Eusebio, el legendario jugador nacido en Mozambique que representó a Portugal, quien fue ganador de un Balón de Oro y está considerado entre los mejores de la historia. 

Por ese motivo, le restaron importancia a los méritos del entrenador y ante su pedido de incremento salarial decidieron dejarlo ir. Notoriamente tocado en su orgullo, el día que se despidió del club, el entrenador húngaro dejó una frase de la que posiblemente ni él fuese consciente en aquel entonces del impacto que iba a generar a futuro: “Sin mí, el Benfica no ganará una copa europea en 100 años”.

Hasta el día de hoy, 60 años después, la condenatoria sentencia del húngaro que fue tomada como una maldición se cumplió a rajatabla: el equipo más grande Portugal ha cosechado más de 50 títulos, pero todos de índole nacional. Increíblemente, desde la salida de Guttman el equipo disputó 8 finales internacionales, cinco por Copa de Campeones de Europa o Champions League y tres por Copa UEFA o Europa League y las perdió todas.

Algunas, incluso, con desenlaces muy particulares que incrementaron la susceptibilidad de los hinchas y de los propias protagonistas ante la maldición. El primer indicio fue en la misma temporada en la que el DT se fue del club. En la Copa de Europa 1962-63, Benfica llegó a la final, comenzó arriba con un gol de Eusebio, pero en la segunda mitad el Mila le dio vuelta el partido.

Las que los fanáticos identifican como las más paranormales son tres de las últimas cuatro. En la Copa de Europa de 1987-88, el conjunto de Lisboa alcanzó la final ante el PSV de Holanda, equipo con sólo dos títulos internacionales en su historia, que llegaba claramente como sorpresa ante la potencia de Lisboa. Tras empatar 0 a 0 en el partido, los de Países Bajos se impusieron por penales.

En las últimas dos finales, que fueron de Europa League, también los sucesos se dieron de manera particular. Benfica llegó a dos consecutivas, la del 2012-13 contra Chelsea, en la que perdieron en el minuto 93’ con un cabezazo del serbio Branislav Ivanovic tras aguantar todo el encuentro y la del 2013-14, contra el Sevilla, la más recordada. Allí, el equipo que contó con los argentinos Ezequiel Garay y Nicolás Gaitán entre los titulares, fue claramente superior a su rival y se perdió goles insólitos, pero no lo pudo doblegar. En los penales fallaron el español Rodrigo y el paraguayo Óscar “Tacuara” Cardozo, que había ingresado específicamente para patear esta clase de remares.

El carácter paranormal de los fracasos deportivos del Benfica puede ser debatido. Habrá quienes crean y quienes no vean este tipo de sucesos como algo posible. Pero lo cierto es que la frase de Guttman aún condiciona tanto a los fanáticos como a los jugadores, que salen a la cancha en partidos por competencias europeas con un inexplicable aura en contra, una energía a vencer contra la que, por el momento, ningún plantel pudo.