La madre de todas las bombas dio en el blanco: Corea del Norte. Impactó en una red de túneles del ISIS-K (sucursal del Daesh, ISIS o Estado Islámico) en Afganistán, pero sirvió de advertencia para el régimen de Kim Jong-un. Su enorme detonación mató a 36 islamistas. No arrojó víctimas civiles, según el Pentágono. Les abrió paso a las tropas afganas que combaten codo a codo con las norteamericanas contra el Daesh en el nido del régimen talibán, su semillero y el de Al-Qaeda. Ambas facciones, brotes de la misma rama terrorista, combaten entre sí tanto en Afganistán como en Siria y en otros países.