NUEVA YORK. – Cuando el jefe de la campaña de Hillary Clinton, John Podesta, les dijo a los suyos que se fueran a dormir porque la candidata no iba a presentarse en el Centro de Convenciones Jacob K. Javits, de Manhattan, la suerte estaba echada. Eran las dos de la mañana del miércoles 9 de noviembre, aniversario de la caída del Muro de Berlín. Veintisiete años después, otro muro comenzaba a levantarse. No en Alemania sino en los Estados Unidos. Muchas mujeres, denigradas por Donald Trump, rompieron en llanto. Debían digerir la realidad, más allá de las protestas inspiradas en el lema "Not my president (No es mi presidente)".