Vamos a hablar claro para que no quede ninguna duda: desde que estalló este escándalo vengo diciendo que Sergio Schoklender es un delincuente y un perverso. Desde hace unos días, los periodistas que trabajan para el gobierno de Cristina pero cobran de los impuestos que pagamos todos, están ejecutando un operativo para instalar en la opinión pública que Sergio Schoklender es un dirigente opositor. Es una tarea insólita y titánica.

Porque SS además de ser un delincuente y un perverso es un militante kirchnerista que estuvo en el corazón del poder desde 2003 de la mano de su madre por elección, Hebe de Bonafini. ¿Queda claro? Schoklender no es un invento de los medios. No es un cuadro del radicalismo ni un operador del duhaldismo. Jamás SS apareció en una foto con Hermes Binner ni con Mauricio Macri. Con poner el nombre de Schoklender en Google alcanza para ver quienes son sus amigos, socios, cómplices y favorecedores. En los actos y en las reuniones de trabajo aparece con Cristina (y Néstor en su momento), con Hebe y su hija Alejandra, por supuesto, con Amado Boudou, Abel Fatala y Débora Giorgi, entre otros. Con algunos de ellos viajó en los aviones de Meldorek, que es la empresa madre del grupo Schoklender y que está sospechada de malversar los fondos del estado y de lavar dinero. Con algunos de ellos tramitó un crédito blando para Meldorek. Alguno de ellos tenía oficina en la Fundación de las Madres y utilizaban su imprenta para sus afiches de campaña de instalación personal. La escribana que dio fe y firmó los contratos de Meldorek es nada mas y nada menos que Marta Cascales, la mujer de Guillermo Moreno que es uno de los principales símbolos del kirchnerismo.

Este es un concubinato obsceno entre los que tendrían que administrar el dinero del pueblo y controlar que se hace con esos dineros públicos y los que lo malgastaron con liviandad en yates, motos, autos lujosos y vacaciones de magnates. Esto es lo que debe investigar la justicia para castigar a los culpables. Las denuncias de Schoklender son un claro intento extorsivo de decir no me metan preso que yo me llevo puesto a alguno. No me suelten la mano, no me dejen solo que voy a contar todas las estafas que hicimos juntos. Eso es lo que está diciendo Schoklender. Y se lo está diciendo como vimos a funcionarios de todas las categorías del gobierno kirchnerista.

Y son ellos los que tienen que dar explicaciones claras ante la justicia, el Congreso de la Nación y la opinión pública. Su denuncia sobre José López, la mano derecha del ministro Julio de Vido, es creíble porque era vox populi que así funcionaban las cosas. José con su valijita de los milagros iba por los pueblos ofreciendo veredas nuevas, asfalto caro o cordón cuneta a los intendentes. Dijo Schoklender que el que se quería anotar tenía que arreglar. ¿Y que es arrgelar?, le preguntaron. “Pagar coima”, dijo. Dejar un vuelto, un diego, poniendo estaba la gansa, el retorno de siempre, usted sabe. Ese dinero de la corrupción, ¿A dónde iba? ¿Se asfaltaba para la corona? ¿Se lo llevaba José a su casa y se enriquecía ilegalmente o se quedaba con una parte y el resto lo depositaba en Olivos como su par caído en desgracia, Ricardo Jaime? Que quede claro. Sergio Schoklender trabajó todos estos años como un militante kirchnerista.

Si ahora funciona como un arrepentido y reparte barro para todos lados no es culpa de la oposición ni del periodismo. Hace ocho años un verdadero hijo ideológico de las Madres como Vicente Zito Lema le advirtió a Hebe sobre la calaña de Schoklender. Y ella protegió Schoklender a quien luego hizo transitar por las alfombras rojas del poder. El doctor Eduardo Barcesat también sabía todo y hasta se alejó durante un tiempo de la universidad de las Madres por eso. Pero recién esta semana lo trató de parricida.

Es muy triste lo que está pasando. El gobierno kirchnerista le dio a Schoklender los 750 millones sin control. Fue ese gesto insólito, inexplicable el que ensució el pañuelo blanco. La historia va a decir que la utilización de los derechos humanos como escudo para esconder la corrupción es el origen de todo esto. Por eso aquella fundación llamada “Sueños compartidos” hoy es más una pesadilla que un sueño.