Novela de terror
Le pido que preste atención a esta historia increíble. Parece ficción porque están involucrados tres artistas populares. Parece una novela de terror pero fue la más cruel de las realidades.
Le pido que preste atención a esta historia increíble. Parece ficción porque están involucrados tres artistas populares. Parece una novela de terror pero fue la más cruel de las realidades. Lo llevo al 9 de julio de 1976. Era el día de la Independencia pero la Argentina era más dependiente que nunca. Era el día de la patria pero nuestra bendita patria estaba ocupada por un ejército maldito que llenó nuestro suelo de muertes, desapariciones, torturas y campos de concentración. Ese día tres protagonistas de la cultura fueron secuestrados por las temibles fuerzas parapoliciales.
De pronto, Luis Brandoni, Marta Bianchi que en ese momento era su esposa y Miguel Gila, uno de los grandes comediantes españoles se encontraron rodeados de encapuchados que los insultaban y de fusiles ametralladoras que los apuntaban. Habían ido a buscar a Brandoni y a Marta. No sabían bien quien era Gila y por eso lo hicieron bajar del auto. Fue increíble lo de Gila. Había escapado de España porque los fanáticos de Francisco Franco lo estaban buscando para matarlo. No soportaban su apuesta por la República y por la libertad. Dicen que se salvó de casualidad porque una noche intentaron fusilarlo en Valsequilla pero fracasaron porque sus verdugos estaban borrachos. Realismo trágico más que mágico. Aturdido, Gila atinó a hacer lo que Luis Brandoni le había aconsejado para estos momentos de extrema emergencia: llamó a otro actor, a Emilio Alfaro que supo a quien tenía que llamar para tratar de ayudar a sus compañeros. Cuando Brandoni y Marta llegaron a la catacumba no podían creer semejante horror explícito. Lo primero que vieron fue un afiche de Adolf Hitler.
Si, así como lo escucha. Era uno de los lugares más tenebrosos de la dictadura: Automotores Orletti, en Floresta. Era el coto de caza de personajes nefastos, de los más sanguinarios de la dictadura como la patota de Anibal Gordon, por ejemplo. Apenas entraron y empezaron las agresiones y las provocaciones de todo tipo, Brandoni y Marta se dieron cuenta que estaban demasiado cerca de la muerte. A tiro de la decisión de energúmenos fanáticos de ultraderecha. El matrimonio de actores conocía todo lo que pasaba porque lo había sufrido en carne propia. Tozudos, habían regresado de un exilio en México producto de que las amenazas de la Triple A se habían hecho insoportables. Por aquello de que me duele si me quedo pero me muero si me voy como escribió María Elena. Los salvajes asesinos lo tomaron como un desafío y una provocación: “Vos nos cagaste a nosotros y ahora nosotros te vamos a cagar a vos”, fue lo primero que le dijeron. Mientras tanto, se estaba gestando un milagro. Alfaro había llamado al general Arturo Corbetta, un hombre que respetaba la ley entre tanto terrorista de estado. La dictadura lo fue degradando porque se negaba a la obediencia debida y a cometer delitos de lesa humanidad.
Brandoni había charlado con el en un par de encuentros sociales en la casa de Horacio Rodríguez Larreta, el padre del jefe de gabinete de Macri que era un desarrollista cabal. Corbetta estaba marginado de los lugares de poder, castigado por legalista, pero le quedaban las jinetas de general. Llamó a Anibal Gordon y le ordenó que liberara de inmediato al matrimonio de actores. Finalmente, les sacaron las vendas de los ojos y los soltaron. Habían pasado 5 horas “chupados”, como se decía entonces en un centro clandestino de detención. La despedida fue con amenaza de Gordon: “Festejen el 9 de julio como su cumpleaños. Volvieron a nacer. Pero no se hagan los vivos que van a aparecer en una zanja. Basta de amigos judíos y obras de teatro bolches”. Aterrorizados, Brandoni y Marta, nunca terminaron de comprender que fue lo que había pasado. Hasta que confirmaron que el general Corbetta les había salvado la vida con su llamado de urgencia. Un gesto heróico de un hombre que apenas conocían pero que seguramente soñaba con un Ejército sanmartiniano y no con los esbirros de Videla. Brandoni estuvo mucho tiempo tratando de ubicar al general para agradecerle semejante gesto. Pero no pudo encontrarlo. Solo pudo averiguar que en 1983 se murió de tristeza. Brandoni y Marta se quedaron con lágrimas en el corazón. Toda una metáfora circular de las vueltas de la vida, de la dignidad y las miserias humanas. Una parte de nuestra esperanza se murió con aquellos crímenes de lesa humanidad. Y esas lágrimas que Brandoni y Marta no lloraron, las lloramos todos.
Brandoni, Corbetta, Gordon