Se estrenó “Lobo”, la nueva tira de Pol-ka, con un gran elenco y producción lujosa, y con la idea peculiar que tienen los guionistas argentinos de cómo funcionan las grandes empresas.

Por ejemplo: el joven protagonista (Gonzalo Heredia) quiere conocer al dueño de una gran empresa de electrodomésticos (Gerardo Romano) porque sospecha (con razón) que es su hijo. Para eso se planta en el hall de entrada de la compañía y espera. Notablemente, el dueño de la compañía entra por ese mismo hall, y se deja abordar por el joven. No hay personal de seguridad a la vista.

Es como si yo me sentara en el hall de entrada del diario Clarín porque quiero ofrecerle mis servicios profesionales a la señora Ernestina Herrera de Noble. Y de pronto la señora Herrera de Noble entrara por ahí, por el hall de entrada, y yo me acercara a hablarle. Y ella se detuviera a escucharme.

La niña (Vanesa González) toma un trabajo modesto de operaria porque no está en condiciones de elegir. A los quince minutos de ser contratada le dan a manejar un cargador frontal gigantesco, una máquina como la que manejaba Sigourney Weaver en “Alien 2” para pelear con el monstruo extraterrestre, y naturalmente destruye el auto de uno de los niños ricos de la novela, hijo del dueño.

El niño rico no sólo no se enoja sino que la invita a la fiesta que esa noche se dará en la casa de la familia para toda la empresa. A ese punto queda prendado de la chica, a pesar de que viste un tosco mameluco rojo, y aunque es divina, su estilo sencillo tipo Celeste Cid deprimida no es (por ahora) de los que paran el tránsito.

Para que quede claro que la chica “tiene personalidad” se la muestra grosera y malhumorada. Y cuando la invitan a esa fiesta, una chica que toma un trabajo modesto de operaria porque no está en condiciones de elegir, no se hace la pregunta crucial en estos casos: “¿Qué me pongo?” Ella aparece con un divino vestido strapless bien escotado, aunque su hermana le dice que parece una monja.

Los diálogos, como siempre, no se elevan ni un centímetro por encima del nivel del suelo, porque están demasiado ocupados en explicar lo que ocurre: que la nueva mujer del padre (Viviana Saccone) es una atorranta, que el hermano (Laport rubio) es el enemigo, y que los hijos legales tienen cada uno su característica bien destacada. Por ejemplo: el alcohólico tendrá siempre un whisky en la mano y estará borracho perdido, para que a uno le quede claro que es el alcohólico.

La transformación del lobizón en la noche de luna llena se parece mucho al increíble Hulk: ocurre cuando el muchacho se altera (“no soy yo cuando me enojo”) y rompe las camisas igual que el doctor Banner. Toda la novela está llena de homenajes. La manera en que el joven huele a la niña se parece mucho al personaje de Jack Nicholson en la película “Lobo”, de Mike Nichols. Y el racconto (en sepia) del niño abandonado en el río dentro de una canasta, igual que Moisés hace dos mil años, se parece mucho a una escena imperecedera de la novela brasileña “Pantanal”.

Como de costumbre, las mucamas y los amigos de los protagonistas se hacen cargo de los pasos de comedia. El resto es silencio.