La calidad de la democracia, en duda antes de la pandemia, estaba dividida entre quienes perciben que no resuelve por sí misma sus problemas cotidianos y quienes piensan que amplía la brecha entre representantes y representados. El uso del barbijo, considerado compulsivo, fija un nuevo paradigma: ¿están en juego la democracia y, por extensión, las libertades? La ineficacia de los gobiernos en paliar la crisis sanitaria global, hija dilecta de la impotencia, lleva muchos a lanzarse a las calles sin precaución alguna para ellos ni para los demás en plan de protesta política. En algunos casos, con el guiño de líderes aparentemente inmunes y, también, impunes.