La rapidez de Donald Trump en nombrar a la sucesora de la difunta jueza Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema sin respetar el duelo ni su último deseo, que su asiento fuera ocupado por el ganador de las presidenciales, tenía una razón. Una razón electoral. La mayoría republicana del Senado confirmó en una votación exprés a la candidata de Trump, Amy Coney Barrett. La tercera durante su gestión después de los nombramientos de Neil Gorsuch en 2017 y Brett Kavanaugh en 2018. ¿Por qué el apuro? En ese ámbito de nueve miembros, dominado por seis jueces conservadores, Trump prometió dirimir el resultado de las elecciones.