Los últimos sábados han sido agitados en Seúl. No sólo por las habituales ínfulas bélicas del extravagante líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, siempre dispuesto como su padre y su abuelo a liquidar la guerra que quedó inconclusa en 1953, sino por la suerte casi echada de la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye. Miles de personas pidieron su destitución en la capital y millones en el país a raíz del escándalo de corrupción protagonizado por su amiga y confidente Choi Soon-sil, alias La Rasputina coreana.