De ser por Donald Trump, el pleito con Corea del Norte debería zanjarse con “furia y fuego”. La declaración de guerra, lanzada antes del último ensayo nuclear de Kim Jong-un, se tradujo en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en un proyecto con el cual pretendía provocar el colapso del país más hermético del planeta. Lo descafeinaron China y Rusia. La resolución aprobada finalmente prevé limitarle las importaciones de petróleo, prohibirle la exportación de productos textiles y castigar a las empresas navieras que le lleven insumos para misiles o armas. Son sanciones más dóciles que las impulsadas por Trump.