El golpe habita en la cabeza de Cristina. El golpe de estado solo existe en su imaginación. En su intento de victimizarse ante un posible fracaso electoral mas contundente todavía. Es tan grande la insistencia en este tema que, por momentos, parece una expresión de deseo de la presidenta en lugar de una denuncia seria y comprobable.

Cada crítica que surge, cada dificultad que aparece, cada cachetazo que le da la realidad frente a tanta mala praxis, la primera respuesta que surge es la denuncia de un movimiento golpista o destituyente en marcha. No hay un solo elemento objetivo que lo certifique. No hay un solo sector de la vida nacional que fomente que la presidenta no pueda cumplir con su mandato. Cada día hay más críticas porque cada día hay más errores desde la cima del estado. Pero todos, absolutamente, todos, están dispuestos a sostener con firmeza los mecanismos institucionales para que la presidenta llegue a buen puerto. Hasta Scioli lo dijo, “este gobierno debe terminar lo mejor posible”. Y nadie lo podría acusar de tirabombas ni de opositor. Roberto Lavagna, otro hombre de estado responsable y prudente lo planteó con todas las letras: “Cristina no se debe ir del poder ni un día antes ni un día después” de lo que manda la Constitución.

La única persona que tiene capacidad para tirar del mantel y generar un terremoto es la propia presidenta de la Nación. Es ella la que viene amenazando todo el tiempo con que la quieren voltear. ¿Quiere ayudar a crear las condiciones? ¿Supone que pegar un portazo acusando a las corporaciones es mas heróico que finalizar su período con responsabilidad?

Es que se terminó el tiempo de las buenas noticias y de las urnas llenas de votos. La realidad noqueó al relato. Lo desparramó por el ring. Le llenó la cara de dedos. Eso significa políticamente que el proyecto de reelección eterna fue sepultado en los últimos comicios y que dentro de 50 días se pondrá en juego el liderazgo de Cristina ante su propia gente.

Las acciones y las declaraciones espasmódicas y contradictorias demuestran que se rompió el dique de contención del verticalismo de Cristina. Esa gigantesca pared cada día muestra grietas mas grandes por las que se filtran dirigentes que pegan el salto hacia el Frente Renovador de Sergio Massa, o declaraciones críticas hacia las políticas o los chicos protegidos por Cristina que eran impensables hasta que las PASO confirmaron que la presidenta perdió 6 millones de votos que la apoyaron en el 2011. Ahora cualquier kirchnerista o aliado toma distancias de La Cámpora que es el círculo rojo que rodea a Cristina. El gobernador Jorge Sapag les dijo que están haciendo las cosas mal y que deben estudiar más.

El senador Miguel Pichetto pidió perdón por las agresiones de Mariano Recalde que llamó zánganos a legisladores opositores. Daniel Filmus y Martín Insaurralde, los dos candidatos con más vidriera reconocieron la inflación y la devaluación necesaria para no perder competitividad y lo hicieron en TN. No se sabe si se mancharon las manos de sangre al saludar al personal de ese canal que según el gobierno pertenece a genocidas y apropiadores. Sergio Berni acusó a los que acusaban a los medios y dijo que la inseguridad no es un invento. Alejandro Granados, también. Cristina bajó el copete y convocó al diálogo formal pero diálogo al fin. Modificaron el tema del impuesto a las ganancias que todo el mundo le reclamaba. Pero la presidenta ametralló con tuits a todos los que se atrevieron a cuestionarla, incluso al banquero Jorge Brito que fue una pieza clave de su tablero durante tanto tiempo.

Hoy el cristinismo tiene problemas para unificar posiciones porque Cristina no puede imponer su discurso con tanta facilidad. No se pueden poner de acuerdo ni siquiera en si el predio de la ESMA debe ser un ámbito de memoria reflexiva o de celebración de la vida. Todo está en discusión. Los peronistas históricos acusan a los neofrepasistas de ser tiernos principiantes y le adjudican parte de la responsabilidad por la derrota electoral.

Hablan pestes de Juan Manuel Abal Medina, Martín Sabbatella, Horacio Verbitsky y los chicos de La Cámpora. La confusión como el diablo metió la cola en el Frente para la Victoria. Los une el orgullo por lo que hicieron y la ignorancia por lo que deberían hacer. Cristina debe sacarse el golpe de su cabeza. Debe dejar de imaginar conspiraciones destituyentes. Debe censurar sus ganas de huir despavorida si no puede mantener la gloria. En la vida hay que elegir y los argentinos elegimos la democracia. Ojalá no sea Cristina la que elija otro camino.