Esta permanente evolución hacia materiales más productivos, en conjunto con el desarrollo del manejo agronómico, llevaron a posicionar a Argentina dentro del liderazgo en producción por hectárea de Girasol, y entre los más competitivos del mundo.

También la adaptación a regiones o zonas más restrictivas en lo referente a la oferta ambiental, habida cuenta del desplazamiento que tuvo el cultivo desde zonas más productivas hacia lugares de agricultura más marginal y de menor potencial, además de su inserción en el sistema de siembra directa. Su mejor comportamiento relativo en años de sequía, en comparación con otros cultivos estivales, constituye otra fortaleza muy valorada del cultivo.