Del sufrimiento y la frustración al delirio y la ilusión en poquito menos de dos horas. Así fue la tarde noche de los hinchas de San Lorenzo, en una jornada de Copa Sudamericana que sin dudas despierta los recuerdos más dulces de la conquista de la Libertadores 2014. En aquella ocasión, hace nueve años, el Ciclón estuvo a minutos de quedar eliminado en la primera fase y terminó saliendo campeón. Ahora, que alguien trate de robarles el nuevo sueño a los cuervos que se fueron cantando su pasión por la avenida Perito Moreno.

No era fácil lo que le tocaba al equipo que dirige Insúa. Debía golear a Estudiantes de Mérida en el Nuevo Gasómetro, pero también dependía de lo que pasara en Chile, entre Palestino y Fortaleza. Y, para colmo, antes de los 5 minutos ya perdía por un error propio. El Bajo Flores estaba congelado. El gol del equipo brasileño ni siquiera daba para generar esperanza. Hasta que llegó el penal a Giay que intentó patear Gattoni pero que terminó convirtiendo Bareiro para que todos miraran la segunda parte con un poquito más de confianza. 

Apenas comenzó el complemento, llegó el segundo gol de Bareiro, al ratito el bombazo extraño de Braida que se transformó en el 3-1 gracias a la complicidad del arquero visitante y por último el zurdazo cruzado de un Perrito Barrios enorme, que garantizó la clasificación. Conectados a la transmisión de radio Continental, los hinchas seguían desde las tribunas la info que llegaba desde Chile mientras se entregaban al delirio. El 4-1 del marcador convirtió una helada noche en una celebración caliente, de esas que permiten olvidar penurias cotidianas y que hacen que los hinchas se sientan imbatibles, aunque sea por un rato. Así lo vivió el Ciclón. Así lo gozó. ¿El futuro? Qué importa el futuro cuando se puede frenar el tiempo por una noche y ser felices sin detenerse a pensar.