Ni bien comenzó la pandemia, inmediatamente decenas de científicos se apresuraron a fabricar una vacuna contra el COVID-19. Algunos eligieron técnicas probadas, como la fabricación de vacunas a partir de virus muertos, mientras que un puñado de empresas apostó por un método más arriesgado, que nunca había producido una vacuna autorizada: utilizar una molécula genética llamada ARN.