Parece imposible la continuación de un proyecto tan repudiado y golpeado. La Superliga Europea se fundó y se destruyó en dos días. Tras las primeras versiones que indicaban que Manchester City y Chelsea planeaban dejar la entidad, todos los clubes de Inglaterra renunciaron a participar en el proyecto. No solo los dos mencionados, sino también Tottenham, Liverpool, Arsenal y Manchester United anunciaron públicamente mediante sus redes sociales que no serán parte de la Superliga.

El tremendo y masivo repudio de los hinchas fue un factor determinante. Los hinchas de Liverpool colgaron carteles radicalmente en contra de la iniciativa en su partido del lunes para sentar posición y los de Chelsea, este martes, marcharon en un banderazo hasta la cancha impidiendo durante varios minutos el paso del micro con sus propios jugadores que llegaban a Stamford Bridge para enfrentar a Brighton.

Los jugadores se opusieron, los entrenadores, en su mayoría no solo se mostraron en contra, sino que alguno hasta amenazó con dejar su cargo y la presión se hizo insostenible. Como si todo eso fuera poco, la Asociación de Fútbol (FA) de Inglaterra, la más antigua y una de las más poderosas del mundo, fue concreta el martes temprano con respecto a las sanciones a las que se exponían los clubes rupturistas: quita de puntos, descenso y hasta desafiliación de los campeonatos locales.

Además, las palabras del primer ministro británico, Boris Johnson, sirvieron bastante más que como advertencia. “Los planes de una Superliga Europea serían muy dañinos para el fútbol. Golpearían el corazón del deporte doméstico y preocuparían a los aficionados de todo el país. Si tengo que intervenir lo haré”, afirmó dejando entrever que no permitiría que el proyecto se lleve a cabo con clubes de su país.

No fue el único mandatario europeo que tomó partido. Emmanuel Macron, de manera pública, y Angela Merkel, en privado, apoyaron la decisión de los clubes de Francia y Alemania de no sumarse a la iniciativa. Hasta el grupo de Deportes del Parlamento Europeo sentó posición en contra. Muchos intereses se movieron.

Manchester United era uno de los que, originalmente, más impulsaba la creación del nuevo torneo. Sin embargo, en el medio del proceso de abandono de la Superliga, su CEO, Edward Woodward, renunció a su cargo. El directivo había trabajado y era el principal nexo con JP Morgan, banco que iba a poner una fortuna incalculable para financiar el proyecto de la Superliga.

Aún se esperan por otras renuncias importantes en algunos de los clubes impulsores de la ruptura, como Juventus. Su presidente, Andrea Agnelli, también podría dejar el cargo. En el medio, varias de las instituciones que desde el inicio mostraron un enérgico repudio a la ruptura, como Everton, Roma o Sevilla, pujan porque a pesar de la vuelta atrás, haya sanciones. No a los clubes, pero sí a los directivos que formaron parte de la rebelión.

La UEFA ya se ha mostrado receptiva ante el regreso del Manchester City bajo su ala. Respecto del primer equipo que dio marcha atrás, el presidente de la entidad europea Aleksander Ceferin afirmó que está “encantado de darle la bienvenida de vuelta” y aseguró que “requiere coraje reconocer un error”. Además, hizo referencia a la importancia de las manifestaciones populares: “Mostraron inteligencia al escuchar muchas voces -especialmente la de los hinchas- que les hicieron notar las ventajas del actual sistema del fútbol europeo”.

Desde el medio catalán Mundo Deportivo afirman que la UEFA le ofreció dinero a los seis clubes ingleses por su renuncia. De todos modos, el proyecto Superliga, sin los seis equipos más importantes de la mejor liga del mundo, que a su vez es la que más dinero mueve en derechos de televisión, parece destinado a la desaparición inmediata.