El Gobierno porteño sale a la captura de las palomas que invaden la ciudad de Buenos Aires.

Por eso, se comenzó a un plan para atraparlas en grandes jaulones, con comida, que estarán situados en 20 pulmones de manzana de algunos edificios, como en Alvear al 100 y Las Heras al 1700. También se utilizarán redes para capturarlas en parques de la zona, como las plazas Francia y Mitre, entre otras.

Para más adelante está pensada una segunda etapa en la que se soltará a las palomas en puntos de la ciudad donde no sean motivo de quejas.

Así, el Gobierno porteño busca mitigar las molestias que ocasionan estas aves, que además transmiten enfermedades como la histoplasmosis y salmonelosis, entre otras, recordó por Continental el doctor Oscar Lencinas, director del Instituto Pasteur.

Al respecto, en Magdalena Tempranísimo entrevistaron al director del Instituto Pasteur, el Dr. Oscar Lencinas quien señalo que para llevar adelante este plan de captura de palomas, la Ciudad hizo un estudio preliminar: atraparon aves en zonas con alta densidad poblacional, las censaron, y luego las liberaron en una zona alejada con baja densidad poblacional.

El primer dato de importancia que arrojó este programa fue que las 256 palomas capturadas correspondían a la especie Zenaida auriculata (torcaza común). Se trata de una especie oportunista y con una dinámica más variable que la paloma común, ya que tiene la capacidad de volver a su lugar de nidificación y, por lo tanto, no afecta la vida de los pichones.

“Estos operativos se realizan en el marco de una estrategia de dilución, que consiste en trasladar ejemplares de zonas con alta densidad poblacional, como la comuna 2 (Recoleta), a otras con una menor densidad. No se pretende combatir a esta especie, lo que se busca es lograr el equilibrio ambiental adecuado entre la población humana y la de las palomas, sin practicar el exterminio ni acciones ilegales”, dijo Santilli.

Las sueltas de los ejemplares en algunos barrios será de no más de 50 aves. Según la Ciudad, estos operativos de captura no perjudican a la especie. El argumento es que los ejemplares adultos se encuentran en la etapa de nidificación y, como aún no han terminado de construir sus nidos y no tienen pichones que alimentar, si se los dispersa liberándolos en zonas alejadas, se reducen las probabilidades de que regresen a su primera morada.

Además, al no haber pichones aún, se evita su muerte por desatención del nido.